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Etiqueta: lago

El puma

El puma

Y di un zarpazo a la realidad
cubierto de hilaridad,
de allí salieron lagartijas y moreras
que estaban llenas de eccemas;
pero no eran presas
ni estaban ilesas,
sangraban por sus lenguas
historias de oscuras leyendas.

Y entonces vi un puma
que atravesaba la negrura
sobre un reguero de avispas,
muchas parecían difuntas
y gritó al aire y al vacío
hasta hincarle los incisivos;
quería sorber su detrito
y expulsarlo de sus intestinos.
Ya no había nada ni mío
ni tampoco tuyo
solo aquel bramido felino.

Y clavó las garras a lo específico
hasta iluminar un pasillo
y encontrar una puerta
mugrienta y negra.
Y al abrirla miró al suelo
que estaba lleno de heno
pero en el centro
había un hueco,
una pirámide reluciente
conectada a un pasadizo
de cortantes colmillos.

Y el puma se deshizo
en trescientos acertijos,
una masa oscura
que oscilaba curva.
Allí estaba la furia
que bullía desde la curia
para hablar a lo negro
como si fuera un recuerdo.
El mundo lo había descubierto
entre telarañas de terciopelo;
en una cajita cruda
estaba todo tu talento.
«Merece todo el respeto
se acabaron los remiendos,
y posponer el reconocimiento.

No hay figura
que no tenga altura
ni arlequín
que no ría con retintín.
Haz del esbozo tu finura
en medio de la holgura.»

Y vi rayos sobre mi cabeza
que eran color crema,
en medio había un lago
que susurraba en esperanto.

Y allí metí la mano
y encontré la lira de un bardo.
La toqué por los años
hasta convertirme en anciano.
Era una lira ya muy mía
que pertenecía a mi familia.
Cualidades muy intrínsecas
que me hacían tocar con pericia.

Y el lago emitió un sonido
contundente y vacío.
Un flotante daguerrotipo
que contenía todo lo vivo.
Y allí canté una oda al infinito
mientras cumplía mi destino.

Gracias a LanZa por la foto de Piaxabay

Macareno, el camello

Macareno, el camello

Y vi un camello
que andaba por el desierto,
se llamaba Macareno
y era un poco aventurero.

Portaba dos jorobas,
repletas a todas horas,
dos grandes cantimploras
que eran como alforjas.

Se dirigía a Tebas,
más allá de la Meca
para acudir a una fiesta
llena de cometas y estrellas
vestidos todos de etiqueta.

Allí conocería a Yosihba
emperatriz de la ciudad amarilla,
del reino de los tres soles
y del canto monocorde.

Y se detuvo en medio de la noche
a divisar el orbe,
contenía caricias de oboe
y destellos color ocre.

Y entonces le habló el silencio
a través del firmamento:
“Macareno, Macareno
eres bello
por fuera y por dentro.
Mira el terreno
que ya no hay desierto.
Es todo ornamento
y colorido estruendo.

Al fondo hay un lago
que nace de abajo;
es luminoso y calmo.”

Y Macareno cogió carrerilla
para llegar a la orilla;
y allí vio sus mil vidas
y otras tantas escondidas;
comprendió por entero la dicha
del que ya no olvida.
Sentía las caricias
del agua de las marismas.

Gracias a Wphoto por la foto.

Me encontré con Madre Tierra

Me encontré con Madre Tierra

Y vi a Madre Tierra
a través de la pradera,
entre toda la maleza
y en medio de la selva.

Y era tan bella,
con sus rasgos de piedra
y sus surcos de madera
y todos esos encajes
que estaban hechos de hierba.

Y llegué hasta sus caderas
que habían alumbrado el mundo
con un gemido agudo
y ahora desataban los nudos.

Y me extendió una mano
en forma de lago
que olía un poco a barro.

“Has venido, por fin.
Te he estado esperando
durante un par de años.
Ahora que ya nos vemos
deberías estar contento,
has roto tu credo
y aceptado lo concreto,
todo lo que tiene forma
y lo que se da ahora.»

“Pero tengo miedo
a lo incierto,
a lo que inicia el movimiento
y sale de dentro.”

Y me susurró al oído
un canto primitivo
de poder amarillo
para andar el camino
y abrazar mi destino.

“Yo en ti, confío.
Me eres tan querido
como todos mis hijos.
Por eso os cuido
y os doy abrigo.”

Y abrió sus entrañas
y me mostró su corazón olivo
de un verde calipso.
¡Tenía tanto cariño!
Un gran río compasivo
que te llenaba de estío,
de brío y mucho poderío.

Gracias a Quingbao Meng por la foto

¡Gracias Madre Tierra!

La leyenda de la lechuga

La leyenda de la lechuga

Una lechuga cruzó un lago
de un solo salto
porque quería conocer
los secretos del otro lado;
allí había hormigas,
mosquitos y escarabajos;
pero estaba dolorida
por mucho maltrato,
había escapado de la criba
de un escrupuloso ciudadano
que seleccionaba los ingredientes
con sumo cuidado.
Ella no quería ser comida
como ensalada en plato
rodeada de aderezos
y de arroz en grano.

Así que se escapó lejos
acompañada de un lenguado
y vivieron en el peine
de un trepidante corsario
que surcaba los mares
en su calavérico barco,
y allí juntos, acurrucados
se hizo el amor más extraño
y fueron felices
por un periodo largo,
hasta que el lenguado
cayó enfermo
de tanto extrañar el lago.

Y se despidieron
entre besos y abrazos
y se juraron amor eterno
en el otro lado,
y el se hundió en el agua clara
transformándose en una ballena
de siete octavos.

Y ella no sabía que hacer
ante tanto mal trago,
así que nadó y nadó
infinitos largos
y acompañó a la ballena
en su letargo
hasta que se convirtió
en un alga y un cactus.

Y allí estaba la lechuga
hundida y sobresaltada
en el pantano.
Por eso decidió
cruzar al otro lado.
Para hablar con hormigas,
mosquitos y escarabajos
y plantar en la tierra
sus raíces y tallos.
Y bebió muchos sulfatos
y cantó a los vientos
leyendas de amor y pescado

Un mestizaje de palabros
y una ensalada de fonemas
que dio origen
a este poema estrafalario.

Gracias a 422737 por la foto

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