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Etiqueta: luna

Luna. Poemas sobre ese cuerpo celeste mágico, bello, que nos ilumina durante la noche. Con ella todo es posible, surge lo desconocido, el misterio, la gracia. Es como una luz que nos toca.

El oráculo y Hermenegilda

El oráculo y Hermenegilda

No hay error de cálculo,
ni átomo en el gránulo;
porque una vez
fui a ver al oráculo
hace ya años.

“He visto milagros
y eventos plenarios,
cuando la luna roza el sol
con un cosquilleo momentáneo,
que todo lo detiene
y lo hace enano”

Y vi una hormiga
llamada Hermenegilda
que se convirtió en mi amiga,
era sencilla
y tenía mucha vida
pero le consumía
ver lo que perdía
pues estaba herida.

Así que se detuvo de costado
para ver el mundo ancho,
y acariciar una luz que podía sanar
y el mantra del jaguar.

“Los fantasmas has de purgar,
para poder avanzar
libérate del mal
y de todo malestar,
así empezarás a volar”

Y se convirtió Hermegilda
en una criatura divina,
llena de dicha
y de luz arriba
con una enorme risa
que sonaba muy antigua.

Gracias a Walkerssk por la foto

El pájaro zalamero

El pájaro zalamero

Y vi la luna
en medio de una montaña,
tocaba una sonata solitaria
que me recordaba a la Traviata.

Y vino un pájaro zalamero
que le prometió el mundo entero,
que estaría llena de rosas
y otras mil cosas.

Y a la luna le hizo gracia
aquel caradura,
por su pico
y sus mil diabluras.

Y le susurró con sigilo:
«No seas esquivo,
mi querido pajarito;
acércate un poquito
y te daré un beso
color membrillo.

Y el pájaro voló a las estrellas
para conocer a las doncellas,
y hasta las puertas de las quimeras
que rompieron sus cadenas.

Cantó y cantó a la noche,
al mundo de las flores,
a los ocultos caracoles.
y a todos los colores.

Y miró a la luna en toda su silueta;
era esbelta y cargada de belleza,
y con sus lazos luminosos
se formaron dos senos
que le sumieron
en el pleno apogeo.

Y la noche se volvió ocre
al desabrochar
con disimulo su broche.

Gracias a Zdeněk Macháček por su foto

El poema de la uva

El poema de la uva

Una uva me cantó una canción
con el sonido de las cunas,
en medio de la bruma
cuando no había duda alguna,
solo la noche y materia oscura.

Sobre sus soliloquios con la luna
que conoció hace milenios
mirando a las alturas,
supongo que más allá de la una
cuando jugaba con sus deditos
que estaban hechos de racimos.

Le contaba leyendas desconocidas
sobre los secretos de la vida,
de una luz muy poderosa
que rodeaba todas las cosas.

Y en esto apareció un puma
que le pirraba la fruta
y tal era su hambruna,
que casi la hizo pedazos
de un solo bocado.

La uva había quedado muda
ante semejante criatura
pero solo durante un rato
mientras miraba profunda al gato.

Y le habló del deseo
y también del apego,
de otros grandes misterios
que circundaban el ego.

“Se que podrías hacerme zumo
con solo acercar tu puño
y estaría muy rica
pues apenas tengo pepitas.

Pero has de mirar más adentro
donde están los secretos,
donde se guarda la sabiduría
y nace la serendipia.
Tu yo nos hemos encontrado
en esto consecuente acto.”

Y el puma le dio dos chupadas
y se fue con la mueca contrariada.

Y a la uva le nacieron pelos de punta
hasta parecer una lechuga,
pero siguió hablando con la luna
y gozando de su altura.

Contaba verdades crudas
para salir de la envoltura
mientras movía la cintura
al ritmo del azúcar.

Y así llegó a viejuna
sin apenas arrugas
con alguna comisura
e impoluta dentadura.

Gracias a Priscilla Fraire por la foto

Viaje interestelar

Viaje interestelar

Y me construí un cohete
con las herramientas del patio:
con una mecedora, un tobogán
una centrifugadora y un armario.
Y tomé carrerilla desde la colina
hasta al campanario
ante la atenta mirada
de mis amigos y del vicario.

Y me lancé en picado
y empecé a volar
por encima de los astros.

Y llegué hasta un planeta rosado
donde había aves a nado
que bebían fuego y escupían
sangre por los costados.
Y me sumergí entre espasmos
para poder palpar
todos esos cuerpos
cubiertos de plumas y escamados.
Eran como el Fénix,
atunes vestidos de ganso
que hablaban múltiples lenguas
desde el latín hasta el marciano.

Y les pregunté con sorna
en su idioma originario
¿Por qué buceáis y surcáis
a la vez el mar y el espacio?

“Porque hemos decidido,
hace ya periodos milenarios,
que es del todo arbitrario
preguntarnos si somos
aves o pescado,
criaturas de fuego o de acuario
¿Hay alguna respuesta
detrás de lo binario?
Ese es nuestro corolario.
Vuela y también
date un baño
y busca los límites
de este planeta rosado”

Así que me volví a mi cohete
un poco descolocado,
y encendí el motor
tras coger los mandos.
Y arranqué hacia la tierra
para volar a todo trapo,
saludando a las lunas
y al polvo estrellado
y cada uno de los huecos
que me iba encontrando.

Gracias a Pawel Czerwínski por la foto

Los erizos del cobertizo

Los erizos del cobertizo

El prejuicio de los erizos
que salieron del cobertizo,
ese que estaba bajo tierra
y al que no llegaba la luna llena.

Y es que muy al principio
cuando eran chatos y con púas
les encantaba recitar a la luna,
pasar toda la noche en vilo
y recostarse hechos un ovillo.

Pero eligieron el martirio,
envolverse entre las dunas
y rodearse de cuchillos.
Ocultarse lejos de la luna
para no sucumbir a su hechizo.

Pero han salido del escondrijo
con palabras de membrillo:

“Querida señora,
su luz nos enamora
y nos vuelve locos;
como ve no somos pocos
sino docenas y docenas
con todos estos pinchos
y tantos otros palillos.

Pero queremos desnudarnos
y dejar ya el olvido,
ese que tanto nos ha confundido
y es que ahora vemos su aureola
que funde todas las formas,
que todo lo convierte en caracola,
y casi perdemos el sentido.

Queremos vivir como grillos
y cantar de noche a tu brillo,
transformarnos en renacuajos
e incluso en gigantes anfibios,
para zambullirnos en tu pistilo.

Queremos volver a la luz roja,
esa que es como ventosa
y ya no sombra venenosa.
Esa que se confunde con el vino
y abre de nuevo los apetitos.

Querida señora,
queremos volver al nido
como hace tantos siglos,
gozar de todos tus colores
y de tus gestos informes.

Querida señora,
su luz para nosotros es un himno
como el que cantan los periquitos
justo cuando salen de la tormenta
y abren ampliamente sus picos.
Un luminoso estribillo
con el que zumban los mosquitos
en el momento que la luz asoma
más allá del hundido cobertizo.

¡Ya no somos pájaro espino,
ni oscuro armadillo
que solo ve peligros
tras las agujas y los cuchillos!

Querida señora,
Por ti dejamos atrás las púas,
las calumnias y la culpa.
Solo queremos beber de tu brillo
que es como estanque de terciopelo
y de todos aquellos colores
que son reflejo de los soles.

Querida señora,
Al fin salimos del cobertizo,
queremos decirle hola
y luego besarla en la boca.
Hagamos el amor hora tras hora,
y seamos presa del delirio,
porque ahora confiamos en tu brillo,
y en todo tu reflejo amarillo.”

Gracias a Alexa_fotos

La operación matemática

La operación matemática

Una vez entré en trance,
de esos los largo alcance
y pérdida de cordura,
pues hallé una conjetura
en medio de una suma.
Y no era nada enrevesada,
ni teorema de Descartes,
solo un dos y la una,
un problema de infantes,
dos números naturales
en adicción conmutativa,
pero al poner el uno antes
los resultados eran dispares.

Y repetí la operación,
tan lento como una oruga,
incluso conté con las pezuñas
y presioné a la calculadora
en pos de guarismos digitales.
Pero la aritmética estaba en conjura,
y se mantenía el desplante.
¡Una indeterminación!,
¡Un acertijo bivariante!
¡Una locura,
sin lógica ninguna!
¡La razón saltaba por los aires!

El fin del teorema discreto,
un conteo analfabeto,
una suma de catetos
sin cuadrado ni hipotenusa,
un jeroglífico de Ramanujan,
un arco de Mileto,
carente de base y altura,
un cansino seno
y un sino sin coseno.
¿Pero donde estaba
el resultado correcto?

Y todo se empezó a complicar,
números enteros
y radicales,
radianes e incluso integrales,
hasta imaginarios;
y me acordé de Aristofanes,
incluso de Sartre,
de los hermanos celestiales
y de la ecuación de Balmes*.

Todo estaba en bruma
justo en medio de la suma.
Por la adicción de contrarios,
el álgebra del sol y la luna,
las matemáticas de la locura
o de la síntesis pura.
El dilema de los pares,
un enigma antes de la cuna,
una suma en una suma,
y dentro el dos y la una;
pero con resultados orientales,
respuestas difusas,
el relativismo de Albert,
las palabras de Buda,
incluso cánticos de aleluya.

Un agujero en la curvatura
con todos los números en fuga.
El fin del polinomio de Hades
y de la materia oscura
que al fin se despejaba la duda.
El nuevo horizonte Najarjuna
y todo dentro de una suma
con un dos y una una…
… 1+2=??

Gracias a Sandid por la foto

*Ecuación de un profesor desconocido que ayudo a construir el modelo atómico del hidrógreno.

La historia del mono Tolingo

La historia del mono Tolingo

La historia del mono Tolingo
que tira piedras desde su tresillo,
de tarde en tarde juega al bingo
y si no se va juerga con sus amigos.

Desde su árbol juzga el mundo,
escondido como un chiquillo,
con sus aires de vagabundo
y sus orejas de soplillo.

Si le cuentas un chiste,
te dirá “mira no lo pillo”,
pero si le ensañas alpiste,
al momento, te sacará el colmillo.

Y es que dicen que este mono tiene malas pulgas,
que en otra vida fue una bandido
pues siempre anda perdido en mil diabluras
de alcoholes y cigarrillos.

Parece que una vez habló a la Luna,
después de atusarse el flequillo,
para preguntarle ya pasada la una
si le gustaba el pepinillo.

Y la luna quedó ofendida, claro
y le negó por siempre su brillo,
quedando de noche sin faro
por tan estúpido chascarrillo.

Y desde entonces protesta a lo oscuro
y se repite tanto como un grillo,
“Lunita, Lunita te lo juro, te lo juro,
perdóname que solo fue un descuido».

Pero ella sigue sin contestarle,
muda y velada como un armadillo,
pues no se fía de este primate
que sin duda se cree el más pillo.

“Pues a mí que me importa”,
grita con cara de pocos amigos
y parece que se le va salir la aorta
ante semejantes graznidos.

Y en la jungla ya no duerme ninguno:
ni las aves, ni los leones, ni los cocodrilos.
Y todos piensan, este mono tan capullo
debería haberse llamado Narciso.

Y ahora todos le imploran a la Luna
“Por fa, readmite a este mono pardillo,
así dejará de dar la turra
y todos volveremos al paraíso”

Y mientras ella se lo piensa
justo antes del rocío,
el vuelve a la gresca,
embriagado por ese aroma albino,
armado con su caña de pesca,
a ver si una mona le da cariño.

Y es que así es el mono Tolingo,
un primate ojeroso y barbilampiño,
que de tarde en tarde juega al bingo
y siempre que puede se va de vinos.

Gracias a WikiImages por la foto

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