Bajé a las profundidades,
en medio de la mar
por miedo a las autoridades
y me encontré un calamar.
Era un bicho gigante,
un octópodo descomunal,
una morsa de las de antes
que se movía de aquí para allá.
Me miro beligerante,
con un desprecio sin igual
y le arreé un entre sus partes
una patada virginal.
El cambio el semblante,
morado cual caballito de mar;
y me enseñó sus fauces
antes de ponerse a llorar.
Se retorcía menguante
cerca de la fosa abisal,
llamando a su madre
y gritando que se iba a desmayar.
Y entre medias llegó un bogavante;
con bigote y gafas de bucear,
un crustáceo esquivo y parlante
con ganas de conversar.
“¿Qué ha pasado aquí joven?
Veo signos de malignidad,
¿No le habrás golpeado bajo el abdomen,
justo en medio de la castidad?”
“Fue fuego, calentón del momento,
un reflejo tropical.
Un puntapié lleno de nervio
que se me escapó al nadar.”
“No puede ser, chico, no miento,
¡Este pulpo está bastante mal!
Quizás haya que ponerle un injerto
en las marismas del puntal.
Y no digo que no mereciera un escarmiento,
un castigo de ultramar,
pero le diste con tanto acierto
que por poco lo abres en canal.”
Y de pronto surgió una sirena
tras los mares de coral,
que en las aguas movía su melena
de delante hacia atrás.
Era una belleza ingenua,
una ninfa de la profundidad;
venga aletea que aletea
que empezó a susurrar.
“Yo le pondré un ungüento
de algas y azafrán;
y él se pondrá tan contento
como un cormorán.
Y bailaremos por los océanos,
felices como el caviar,
y nos daremos besos huérfanos
hasta no poder más.
Y el recuperará todo su afecto,
en las artes del amar,
hasta convertirse en un portento
y un gran capitán.»
Entonces se mojo la escena,
la policía empezó a disparar,
y el calamar se fue con la morena
entre las olas de sal.
Gracias a MartinStr por la foto.