Tiempos de cambio
Toda nuestra mente se está revolviendo. Hay como un fulgor lejano que nos es difícil escuchar. Parpadea y estalla a miles de millas, y parece que nos llegan algunos destellos y algunos truenos. Nuestra psique colectiva está muy agitada. Es duro lo que nos está pasando. La gente se está muriendo a nuestro alrededor, muchos de ellos sin que podamos despedirles, sin que podamos si quiera decirles adiós. Es difícil afrontar el miedo, es difícil encontrar una explicación que vaya más allá de las estadísticas, mientras la tasa de contagios o de muertos disminuye lentamente, mientras se acumulan los días que estamos encerrados en casa. Pero creo que es el momento para empezar a buscarla. El mundo nos ha obligado a pararnos, a quedarnos quietos, a desembarazarnos de nuestra habitual agitación. Estamos tan acostumbrados a movernos hacia todos los lados, sin dirección fija, en perpetúo deambular, que pararse de pronto es como precipitarse hacia al abismo, como un requiebro inacabado. Tenemos una oportunidad para mirar hacia adentro; hacia aquello que nos da la vida, hacia aquello que de una manera constituye nuestro aliento. Podemos dejar de pensar tanto, y sentir, revolver en nuestros anhelos y deseos más profundos, esos que están escritos en la carta que nos dieron al nacer, para hacer una revisión de hacia donde va nuestra vida y preguntarnos: ¿He elegido la profesión que deseaba? ¿Estoy contento de cómo va mi vida? ¿Quiero seguir andando en esa dirección sin que mis pasos se dirijan solos? Es tiempo para ello. Dejemos que las preguntas se posen en nuestras cabezas, se acerquen a nuestro cuerpo y mirémoslas con ternura, sin juicio previo, porque emanan de esa sabiduría tan nuestra, de ese camino que nosotros tan bien conocemos.
Creo que todo pasa por algo, y las épocas que mas dolor traen, son aquellas que mayor despertar aportan. Necesitamos avanzar como civilización, necesitamos crecer como individuos, desprendernos de nuestros miedos, de nuestras ideas preconcebidas sobre las cosas; estar más cerca unos de otros. Este estado de soledad absoluta, de abigarramiento del yo, de egotismo desproporcionado es una ilusión alienante de la que tenemos liberarnos; para ver más allá, para entender a nuestro planeta como un todo, para cuidar de nuestros animales, para procurar un futuro a las venideras generaciones que tienen tanto derecho como nosotros a habitar en esta tierra. Es hora de buscar la luz. Esa que inunda nuestro interior, que contiene el sonido de todos los pájaros, los susurros primigenios olvidados y los secretos sobre nosotros que tanto temor tenemos a oír. Es el momento de pararse. El mundo se ha suspendido y nos habla en idioma de crisis, en idioma de dolor y cambio. No debemos desesperar. Creo que tenemos que escuchar más allá de la tormenta, para encontrar los colores del sentido y el sustento de nuestros aprendizajes. Quizás suene como una senda zigzagueante que se pierde en un monte escarpado, pero no es así; al final se acaba alineando. Hay sonido detrás de las letras y significado más allá de las palabras. Es el momento de escucharlo. Es el momento de pararse y ver la luz que hay en el camino.
Fecha de escritura principios de Abril de 2.020.
Gracias a Sergio Souza por su foto.
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