Y subí a las estrellas en busca de una prueba que determinara la espera. Y encontré la estatua de la alteza del tiempo y su rueda y una gran bola que la detuviera.
Todo se paró como el cinquecento. No había preludio, ni desconcierto, solo una sombra inmensa y una mancha llena de tormento.
Y por fin vi al planeta Tarento que canturreaba una sonata frente al desconsuelo:
“No existe el desespero, ni la falta de alimento, solo es la pérdida ante el deseo que oscurece la forma y engorda el tormento.
Pero es una ilusión mental ante el agotamiento. Corre hacia la bruma y salta sobre la duda; ahí está la cura que envuelve las alturas y está junto al suelo; al lado de tus abuelos y todos tus ancestros.
Ella está cambiando, momento a momento, con toda la conciencia de tu querido pueblo.”
¿Por qué Tarento? ¿Por qué no veo entre el fuego?
“Porque esto es un juego, no hay realidad ni tampoco luego, solo una sucesión de hechos, sin principio ni comienzo.
Si miras entre las sombras, verás el cebo y tras la pérdida un palacio inmenso.”
Y a él me encaminé, despacio pero contento pues contenía todas las luces del universo.
Era el yo y era el ello, no había división, ni había sustraendo, era la visión del todo y del esparcimiento.
Y antes de deshacerme le pregunté: “¿Eres Dios? ¿Eres todos los cimientos?”
Y el se rió como un chiquillo despierto peinado con destellos. Y me puso la cara en el pecho y el universo se deshizo en miles de momentos.
Gracias a LoganArt por la foto
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