Amelia
Y vi un montón de fonemas
envueltos en tu melena,
bajaron por tu cadera
hasta llegar a tu pubis
y bucear entre sirenas.
Eras la hija de Anubis
con tus vestidos cuquis
pero al abrir tus piernas
generó un mar multilinguis
que sonó a corneta
y efervescencia magenta.
Y me acerqué a tu cueva
para regalarte mi lengua
y relamerme de tu selva.
Allí se produjo un brote
con sabor a biscote,
un lago de tres soles
caídos desde el orbe.
Una savia clandestina
que bullía de tu vagina.
Y allí nos entretejimos,
para aumentar el apetito
y llenarlo de gemidos.
Hicimos una cacofonía órfica
y una bravata sónica.
Nuestras manos eran melódicas
en una pugna tectónica.
Y la lluvia nos sobrevino
en mitad del rito,
un orgasmo marítimo
como rayas del pacífico,
que inundó el ajuar de lino
y casi todo el piso.
Te toqué el cuello
que estaba en pleno vuelo
y tenía olor a anzuelo.
Y de tus caderas
salían unas aletas
hechas de las mareas.
Te besé la boca
que sabía a roca
y a lejana costa.
Y te convertiste en una gota
en mojada prosa,
un pliegue clandestino,
filamento de coito.
Y al fin te volteaste
para mirarme,
habías salido del trance
de navegar por los mares.
Una lluvia, y un embalse
después de vaciarse.
Gracias a Pexels por la for