La puerta dorada y el gnomo
Y me desperté una mañana
con un torrente de fuego
en mitad del pecho.
Era una cascada dorada
un tanto alborotada
que había sido custodiada
por un gnomo de pelo malva,
con gesto torcido
y palabras deslenguadas.
“Soy el guardián de la morada
y de la puerta lustrada
esa que lleva cercada
desde épocas pasadas.
Pero tuve una corazonada,
que ibas a venir esta semana
para abrir la puerta del alma.”
Y se pasó las llaves
entre nudillos y palmas,
como si fueran aves
escapando del color mate
en aquel enclave
lleno de posibilidades.
“Aquí hay un tesoro
ya no tan remoto
que es de color oro
y te acerca al otro.
Pues no está separado,
ni mora en el otro lado
está aquí, cercano
tocando tu costado.”
Y se armó un alboroto,
una especie de terremoto
en el que saltaban los gnomos
y se les iluminaba el rostro.
Y la puerta se abrió
en medio del corazón
donde todo era confianza
y ríos de abundancia.
La vida se llenó de magia
y se unieron las galaxias
iluminando el rostro de la infancia
en una total ataraxia.
Y el gnomo se marchó
con un sonrisa en la cara
pues toda la realidad
se había vuelto dorada.
Gracias a JavierAlamo por la foto