Flores y noche
Sigo avanzando entre las sombras
y entre tu piel morena
que es como un espejo
al reflejo de las gardenias
que ascienden por tu espalda
y hasta por tu pecho,
como flor de albahaca
y margarita tierna.
Pero solo el roce abre los capullos
antes de la primavera,
como una rosa santa
que busca tu cadera.
En ella estas los lamidos,
en ella están las camelias,
llenas de jardines
y de madrigueras
que pugnan por acariciar tu lirio
más allá de la sierra.
Es una vuelta al camino,
es una vuelta a la frontera
donde arden los matojos
y se revuelven las azucenas.
Y en el clamor del brillo,
en medio de la selva
solo escucho los gritos
de la madre tierra,
que acaricia tus piernas
y toda tu melena
que se revuelve al viento
a base de pellizcos
y de fresas,
para cantar en vilo
una sonata francesa
que rezuma vino
y colores magenta.
Y en el clamor del rito
en esta velada siniestra,
te levantas como un mimo
entre las tinieblas,
para recorrer los olivares
del manto y del delirio
con tu piel tersa,
esa que esta desnuda
esa que está hambrienta,
que se alimenta de graznidos
y de lecha fresca,
dejando tras sí aromas de comino
y de pimienta.
Y tu pechos levantan el aire
y acarician la tragedia,
pues son macizos del olvido
en Sierra Morena
que nutren a los grillos
y a las moreras,
que ahora están llenas de barro
allá, en mitad de la pradera.
Y al torcer la noche negra,
vuelves a la cama
con la boca torcida
y las palabras densas.
Tus ojos son los de un albatros
que claman como un centinela
al placer de las garzas
y al equinoccio de la entrepierna.
Pero no ha acabado la contienda
¡Aún no me has vencido,
noche pasajera!
Veremos qué trae el mañana consigo,
veremos si trae la luna llena
con esas veladas de martirio
y esas caricias somnolientas.
Gracias a PublicDomainPictures por la foto