Diario de la espalda de una camarera
De tus labios yo bebería tu miel,
en hileras de ciempiés,
como aves de la mañana
que anidan sobre tu cama,
oliendo los hoyuelos de tu canapé,
allí donde hace noches rebusqué
tras los orificios de tu piel.
Pues es un camino largo el de tu espalda,
que empieza donde muere tu falda,
al lado donde nacen tus bragas,
esas de encaje y satén,
y de muelles y baladas,
una licra que visten las hadas,
cuando rara vez se tapan;
les gusta mostrar sus nalgas
y presumir de que no llevan faja.
Más ellas no son castas
sino fuego de corsé,
esas que bailaron sobre Babel
y casi convencieron a Atlas
de que un suspiro vale un santiamén,
y que una hora no son cien,
hasta casi dejar su carga
y poner el mundo a sus pies.
Pero tú no eres así.
Te veo dormida cerca de las tres
con tus cabellos salpicando tu cara,
son serpientes morenas y malvas
que se aglomeran cerca de tu garganta,
como si cantaran un mantra
que suena a ruso o a francés
como los hierros de Eiffel.
Y peleo por salivar tu labia,
esa que habla en sueño rem,
y que mira el mundo al revés,
pues estás desnuda como un alga
y empapas esta cama trufada,
como una sirena marinada,
mientras yo miro la escafandra
en este ten con ten,
pasando el índice por tu nuez
y las manos por tu piel mojada,
que se abre como canal de Suez,
pues ya no eres nuez moscada
sino azúcar de caña,
que se derrite sobre la cama
mientras al albor de la madrugada
repito una y otra vez…
De tus labios yo bebería tu miel,
en hileras de ciempiés,
como aves de la mañana,
que se acurrucan sobre tu cama.
Gracias a Carlos R por la foto.