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Etiqueta: trance

Lazos ardientes

Lazos ardientes

Eleo y Azucena
se miraron entre las cuencas
donde la vista penetra
y vieron la antesala
de una gran hoguera,
era profunda y cargada,
del todo desmesurada,
un clímax más allá del alba
que se enroscaba en la cama.

Ella tenía facciones malva
y sabor a manzana
y unos pechos que no cabían
en las palmas,
pero su piel ardía
como la lava
y con solo tocarla
te quemaba las entrañas.

Ella le acarició la barba,
y le besó la cara,
mientras la otra mano
bajaba por la espalda.

E hizo un pequeño rodeo
jugando con los dedos
para estimular el vello;
y el fulgor erecto.

Y se besaron el sexo,
al mismo tiempo,
signo de los opuestos
en un mar de caramelo.
Y se derritieron
y también murieron,
en un destello
que los llamaba para dentro.

Un quehacer coqueto
de gemido y desenfreno,
una capa de besos
todos muy quietos,
mientras te agarro el cabello
y me muerdes el dedo.

Todo parecía un sueño
de humeante fuego,
un delirio evidente
que deshacía la mente.

Es el fin del destierro
al ahora pertenezco,
mientras acarició tus senos
que afianzan el firmamento.
Todo es estruendo y apogeo,
una nube de incendio
que rejuvenece cualquier deidad;
ya no paras de gritar
cuando el mundo se deshace
y entramos en trance;
no hay nudo ni desenlace
solo un orgasmo que se expande.

Gracias a a Dainis Graveris por la foto

La hoja verde

La hoja verde

(Y MADRE TIERRA)

Y vi una hoja verde
que hablaba con los grillos
y también con los felinos;
tenía matices de Corintio
y una voz de pito;
y con un redoble trino
susurraba a gritos:

“Soy el ojo del huracán
que conoce a los ancestros
pues soy amiga de los abetos
y de todos los esqueletos.

Murieron hace milenios
y ahora están muy quietos
siempre sobre en un ruego
que se sumerge en el suelo”

Y la tierra se abrió
y me mostró un agujero
que no era yermo;
tenía una tablilla
escrita con mis siglas.

Y allí estaba madre tierra
con su figura descubierta,
tenía la mano abierta
y en ella había una promesa:

“No es el tiempo
lo que te preocupa,
sino que ya no eres oruga;
tampoco tienes arrugas,
se acabaron las excusas”

Y anduve por el camino de los árboles
como si estuviera en trance,
estaba hecho de sueños y despertares
que brillaban entre los maizales.

“Esta es tu nueva figura
que vive de la escritura,
ya no hay lucha,
sino suma holgura.

Así que escucha,
no hay campos invernales,
solo dorados trigales.
Coge tu pluma,
esa que susurra
nuevas realidades
y despliega tu arte”

Y miré a la hoja verde
que cantaba un sainete,
estaba contenta
encima de la maleza,
hacia el pino
y susurraba a los grillos
y de vez en cuando
soltaba algún grito.

Gracias a Mathijs Delva por la foto

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