Lazos ardientes
Eleo y Azucena
se miraron entre las cuencas
donde la vista penetra
y vieron la antesala
de una gran hoguera,
era profunda y cargada,
del todo desmesurada,
un clímax más allá del alba
que se enroscaba en la cama.
Ella tenía facciones malva
y sabor a manzana
y unos pechos que no cabían
en las palmas,
pero su piel ardía
como la lava
y con solo tocarla
te quemaba las entrañas.
Ella le acarició la barba,
y le besó la cara,
mientras la otra mano
bajaba por la espalda.
E hizo un pequeño rodeo
jugando con los dedos
para estimular el vello;
y el fulgor erecto.
Y se besaron el sexo,
al mismo tiempo,
signo de los opuestos
en un mar de caramelo.
Y se derritieron
y también murieron,
en un destello
que los llamaba para dentro.
Un quehacer coqueto
de gemido y desenfreno,
una capa de besos
todos muy quietos,
mientras te agarro el cabello
y me muerdes el dedo.
Todo parecía un sueño
de humeante fuego,
un delirio evidente
que deshacía la mente.
Es el fin del destierro
al ahora pertenezco,
mientras acarició tus senos
que afianzan el firmamento.
Todo es estruendo y apogeo,
una nube de incendio
que rejuvenece cualquier deidad;
ya no paras de gritar
cuando el mundo se deshace
y entramos en trance;
no hay nudo ni desenlace
solo un orgasmo que se expande.
Gracias a a Dainis Graveris por la foto