La larva Matilda
La larva Matilda
nació de una gran sonrisa
y cerca de una misa;
siempre con tanto carisma
y con mucha prisa.
Hasta que un día
se encontró con un polilla
llamada Artemisa,
que le dijo que
solo entendería el mundo
tras salir de su capullo.
Y ella le preguntó,
no sin cierto orgullo,
¿Dónde está el truco?
“Tras la envoltura de lo absoluto,
que te acerca a lo tuyo,
hacia tu propio curso
y a lo que no es insulso”
Y cerró los ojos
y así lo dispuso,
se rodeó de humo
y de ramas de musgo;
palpitó en lo curvo
y en lo que es uno,
envuelta entre susurros
durante un par de lustros.
Y cuando volvió a nacer,
cuando ya no se contuvo,
no era un gusano diminuto,
sino una mariposa
que volaba sobre la prosa
y sobre los cielos,
sobre todo un enjambre
hecho con los dedos.
Y acarició los abetos
y todos los pétalos,
pues era un verso suelto
que entendía los cimientos.
Y cantó un minueto
y se bautizó como Marisa
por sus alas exquisitas.
Muchas gracias a Alfred Schrock por la foto