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Etiqueta: cuerpo

Hija de las montañas

Hija de las montañas

Hija de las montañas,
de la fuerza de las entrañas
y del olor de las sábanas.

Viniste de lejos
de la tierra de los elementos
y de los fuegos.
Lo tienes en el cuerpo,
en todo el terreno
como un pozo de queroseno.
De la piel es un agujero
que parece pequeño,
un elemento de atrezzo
como quemado caramelo.

Quiero tocar tu lunar dálmata,
llenarme de tu pezón,
pues es pura manifestación
que construye tu jergón.
Juegos de niños,
jóvenes idilios,
mezcolanzas de Piros
el protos del visillo.

Y mientras me estiro
y me derrito,
busco con sigilo
un punto amarillo.
Inicio de explosión
y de delirio.
Para entregar el colmillo
a un estribillo,
una vieja canción
que escucharon dos jovencitos.

Un diapasón
que se contornea en tu colchón,
más allá de la semblanza
de tus caderas peruanas,
porque son balanza
y son armazón
de la única conclusión
que tiene esta sonata.
Alma contra alma,
el primer apagón,
un estruendo de sol,
una contusión
a golpe de diafragma.
Porque huele a tu sudor,
la fragancia de tu flor
y el aire de las ventanas.
La visión del halcón,
el escape de las trampas,
el símbolo de la penetración
entre tus nalgas.

El fin de la escisión,
del último estertor
y del canto de la balada.
Un cuento de hadas,
escrito por unas muchachas
que quedaron prendadas.

Y miro a tu monzón,
que es puro anticiclón
y se deposita en tu almohada.
Te toca las palmas
y saborea tu savia,
suave fragancia
sin ninguna arrogancia;
el fin de la preeclampsia
en mitad de la ataraxia.

Y sollozas y te calmas,
esperamos abrazados
al calor de la mañana.

Gracias a StockSnap por la foto

Poema filosófico

Poema filosófico

«No hay distinción
en lo que no tiene condición,
en lo que es vacío
y no tiene contenido.

Todo objeto
cuanto más lo miras
está hueco por dentro
aunque parezca lleno.

Es el gran misterio
del Ello,
como si fuera un sueño
o un hasta luego,
no tiene cuerpo
y tampoco espectro.

Es solo un flujo
que se ha disuelto
a través del espejo
que tiene mil caras
como un poliedro.

Reflejo de lo posible
y por empero
de lo eterno.”

Y así Jeremías
quedó mirando a Odalía
en toda su extensión
y todo su enigma,
era una policromía
tan bella como la vida.

Gracias a Spirit111 por su foto

Ajedrez

Ajedrez

Y me comieron un peón
que me generó desazón,
cuando quería hacer mella
en la enemiga fortaleza.

Había perdido un cabezón
que en medio del estertor
gritaba en su recuadro bicolor:

“Yo no quería esta distinción
de tan ambiguo color;
quería ser amigo de los caballos
y de todos los establos.
De los diagonales alfiles
con todos sus deslices;
y del rey y la reina;
más allá de sus estratagemas.

Pero aquí me hallo,
en medio del asalto
del último cuadrado.

Realmente no había batalla
ni gambito de dama,
una gran contienda
repleta de extrañezas.

Es todo un juego
donde gana el ego.
No hay blanco o negro
si es todo un sueño,
ni tampoco enroque
pues es cuestión de enfoque.
Ahora no estoy muriendo,
¿Cómo podría si
no tengo cuerpo?

Y volví al tablero
que era multicolor,
no había torre
ni peón,
solo diversión,
en un gran juego
que me hacía
de espejo.

Gracias a Rodrigo Perez por la foto

Destello del cielo

Destello del cielo

Y vi entre las nubes un destello
rizado como un cabello,
una cuerda para subir al cielo
y discutir con los de arriba
el porqué de tanto trasiego.

¿Sería todo aquello una epifanía
o un soleado monasterio
donde los ángeles se amontonaban
juntitos hacia el centro?

Y me preguntaron :

“¿A que has subido muchachuelo,
a ver si de verdad hay sujeto,
si hay significado tras el soneto
o algo que luzca entre lo bello?

No solo hay cuerpo,
ni todo es pequeño
dentro, muy dentro
escondidos hay misterios.”

Y en esto se mostró Anselmo
tan longevo como inquieto
saltando de un lugar a otro
en los arrabales del viento.

Pero no quería escucharle,
quería seguir subiendo
y conocer la verdad
de este triángulo escaleno,
en el que cada peldaño
era uno de sus catetos,
una escalera hacia el cosmos
y hacia el último evento.

Luz de luces,
paradigma de advenimiento
que das cobijo a los ángeles
desde el comienzo.

Y la luz se desplegó
en el apogeo del destello
y me bajó a la tierra
para obtener consuelo.

Con la piedra, el asfalto,
donde todo tenía forma
y todo tenía peso.
Aquello que no comprendía
por ser un poco denso.

Y apareció la madre
con un lucido beso
guardado en la mejilla
desde hacía tiempo.
Y me miró profundo
como en un sueño,
en este relato terroso
que en verdad era un cuento.

<Gracias a la madre tierra
por su forma>

Gracias a Adriana Wojakowska por la foto.

El origen del universo

El origen del universo

Reniego de los astros
porque hace años
me contaron un cuento
sabor salado.
Sobre una molécula
que vivía en una lago
y creció como una célula
de un solo átomo;
y vagaba por el agua trémula
porque quería ser un pájaro
y volar lejos como una libélula
para ver más allá de los páramos;
donde estaban las caléndulas
y donde estaban los rayos.

Y allí encontró su alma gemela
cubierta de muérdagos,
vestida como un protón
con su sonrisa de láudano
tan iridiscente, que solo de verla,
te dejaba anonadado.

“¿Qué haces que no me miras?
¿Por qué no me haces caso?”

“Es que tengo miedo a lo terráqueo,
a lo que está latente
y aún no he visualizado.
Pero veo el cosmos
desde el primer acto,
cuando solo era polvo
y no se había presentado,
tan incipiente y tan vasto
como cualquier preámbulo.

Y hubo estallido
dentro del plano
que dieron origen a tu cuerpo
y a tus manos.
Un chasquido esférico y abigarrado
tan concentrado
que todo era dado.
Un fenómeno divino y bravo
que dio origen al Karma
y a todos los astros.

Y por fin te he conocido
a través de tu carne
y de tu brazo.
Un boceto esculpido
por un árabe artesano
que visualizó tu línea
y tu trazo;
y como un orfebre
divisó en las escrituras
y en todo lo mencionado
para verter tus versos
de siete octavos.

Y ahora nos encontramos
en este juego
que es un espasmo,
como dos niños,
una molécula y un átomo,
que beben de la vida
y de lo que no es parco;
un diamante tallado
por la gema del tiempo
entre el futuro y el pasado.»

Gracias Alexander Andrews por la foto

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