Vídeo sobre el poema Amor a Madre Tierra; llegada a un nuevo país lleno de exotismo y aventura; ademas de mucha riqueza y oportunidades. Conexión con Madre TIerra, con su fuerza, con el barro, con el movimiento y con la energía.
Ya he llegado, tras un largo viaje por uno de tus costados, a la tierra de palmeras y animalitos colorados.
Te he echado de menos, madre, por tu sabor saldado y tus dulces manos, y por esa leche de tuétano que es un néctar calmo.
Y yo me ufano, madre en buscar entre la tierra todo lo que es dado, una columna entera de tu sello magro, porque nos alimentas desde antes del parto, éramos seres cósmicos y esbozos nonatos.
Yo te quiero madre, te quiero aquí a mi lado, por eso te he buscado desde que era chico y enano, para pedirte caricias profundas e infinitos abrazos.
Yo te quiero madre, te quiero, soy hijo de tu costado.
No hay error de cálculo, ni átomo en el gránulo; porque una vez fui a ver al oráculo hace ya años.
“He visto milagros y eventos plenarios, cuando la luna roza el sol con un cosquilleo momentáneo, que todo lo detiene y lo hace enano”
Y vi una hormiga llamada Hermenegilda que se convirtió en mi amiga, era sencilla y tenía mucha vida pero le consumía ver lo que perdía pues estaba herida.
Así que se detuvo de costado para ver el mundo ancho, y acariciar una luz que podía sanar y el mantra del jaguar.
“Los fantasmas has de purgar, para poder avanzar libérate del mal y de todo malestar, así empezarás a volar”
Y se convirtió Hermegilda en una criatura divina, llena de dicha y de luz arriba con una enorme risa que sonaba muy antigua.
Andaba por una línea fina cargada de serotonina cuando vi un paraje que me llevó a observarte.
Estabas suspendida en el cielo en medio del deshielo, cerca de una ladera con forma de esfera, con muchas herramientas y otras tuercas que alimentaban la materia.
Y grité a tu sombra: ¿Por qué tanta zozobra? ¿Por qué justo ahora; hay algo que sobra en la inmensidad de tu obra?
“Tus lágrimas son tristes como pensamientos grises, un tanto indivisibles como las líneas de Euclides.
Quizás, todavía te resistes. Nada es tan terrible. Suéltate a lo que existe.“
Y se convirtió en una esfinge tan bella como Nefertiti; veía a través del tiempo en medio del invierno; no había tristeza, ni tampoco desasosiego; solo un suspiro eterno que abracé como un destello.
Y sangraba por mis venas y también por mis arterias; sangre de un rojo muy profundo y hondo; y había melancolía del último día donde las almas se condensan hasta forma la materia.
Y yo allí la veía, un poco indefinida, con su luz amarilla suave y escurridiza.
“Hemos tenido una gran aventura llena de hermosura pero ahora llega el desenlace donde estaremos en otra parte, puede que tú en Júpiter y yo en Marte.
Pero no por ello dejaré de amarte, somos hijos de la carne, no hay por qué enemistarse. Yo cruzaré los Andes y tú puede que los Alpes, pero nos veremos en el Ganges, el día en que te bañes; haremos las paces para ser como éramos dos niños pequeños sumergidos en el riachuelo.
Y nos enamoraremos de nuevo pese a vivir en el destierro.»
E intentó hablar desde lejos, no había silencio sino arpegios y diminutos cuantos de conocimiento; que la envolvían como una esfinge dentro de la selva Virgen…
Y llegó andando desnuda con toda su hermosura y con pliegues en su piel rosada que eran como la nieve blanca.
Y me dijo muy cerca, casi abriendo la puerta:
“He seguido la senda de los nibelungos y he visto 300 mundos, pero ya no queda ninguno todos han sido derruidos como mi amor y el tuyo.
Pero hay una escalera que lleva a la azotea y en ella podrás ver todo lo que cuenta.»
Y subí a las esferas para ver todas las puertas, todas las realidades algunas descomunales.
Pero solo podía verla a ella lejos en la tierra, entre bosques y maleza.
Y pedí un deseo que era como un amuleto y estaba hecho de fuego
“Suelta, suelta y haz de tu realidad terrena mil vidas paralelas.”
La vi de camino hacia Casiopea toda esbelta llena de hermosura rosada y desnuda. Era una estrella que brillaba eterna.
Y le dije adiós con la mano mientras acariciaba los astros estaban todos tan altos, ardientes y relajados.
Y vi una pareja de amantes sentados en un estanque, estaban desnudos centrados en lo suyo, eran a la vez dos y también uno.
Y ella cogió una caracola para decir hola y el un erizo porque no encontró otro bicho.
Pero estaban inquietos ¿Todavía brillaba el hechizo o se había hecho añicos?
“Estamos en el estanque para recuperar los sueños de antes pero la corriente es fuerte y tira hacia poniente”
“Nada ha sido en vano ni un impulso malsano, solo que a veces los caminos continúan separados”
Y se miraron conmocionados el estanque les recordaba los pares, la multiplicidad se repetía miraran donde mirasen.
Y los dos se preguntaron: ¿Por qué juegas al escondite y no te vistes?
Las manos se separaban mientras se rozaban las palmas, ellos se miraban el alma a través del reflejo del agua. Ya no se vía camino pese al mucho ahínco. Quizás había acabado el ciclo y todo lo que tenía que ocurrir ya había ocurrido.
“Hasta luego Caracola” “Hasta luego Bicho”
Y se fueron alejando, paso a paso cada uno por su lado mientras en el estanque quedaron desnudos sus trajes.
Yo te miro y te miro y te busco en el infinito, en el aroma de los lirios y en los latidos antidepresivos.
¿Por qué te perdiste; por qué no pude encontrar tu brillo?
Yo miro y te miro desde lejos con los brazos en vilo, para encontrar tu corazón trino más allá de los prejuicios.
Pues una vez vi dos pececillos en un líquido salino; eran como dos niños que jugaban al aquí te pillo, y se vieron de lleno por unos instantes que fueron dos pellizcos.
Y me preguntaste ¿Qué te pasa pececillo?
“Te he esperado tres siglos y solo en parte has venido; no muestras tu brillo solo un parpadeo tibio, pero quería verte más allá de las capas y de las escamas, de todas las conjeturas de esta agua salada.
En ese líquido tan tuyo porque es exquisito, arrebatador y transitivo.”
Y vi un mar de Coral que nunca se iba a apagar lleno de pigmentos en mitad del nacimiento, con una luz colosal cerca de la pleamar.
Y allí me miraste justo en ese instante, como una ola bramante dispuesta a abrazarme.
Y me susurraste…:
«Estoy parada cerca de la mar salada, veo luces en espirales detrás de los fríos invernales, no se cómo romper el hielo que congela lo que quiero.
Me he quedado helada ante mi propia estampa. Pero a ti te veo desde lejos porque me haces de espejo.»
Y el tiempo se detuvo en cada segundo y en ninguno; vimos nuestras sombras y otras zozobras; y allí nos quedamos mientras pasaban las horas.
La luz buscaba indicios que hablaban de nosotros mismos.
Por eso ahora te miro y te miro en estas horas de concilio para decirte: te quiero pececillo.
Y vi la luna en medio de una montaña, tocaba una sonata solitaria que me recordaba a la Traviata.
Y vino un pájaro zalamero que le prometió el mundo entero, que estaría llena de rosas y otras mil cosas.
Y a la luna le hizo gracia aquel caradura, por su pico y sus mil diabluras.
Y le susurró con sigilo: «No seas esquivo, mi querido pajarito; acércate un poquito y te daré un beso color membrillo.
Y el pájaro voló a las estrellas para conocer a las doncellas, y hasta las puertas de las quimeras que rompieron sus cadenas.
Cantó y cantó a la noche, al mundo de las flores, a los ocultos caracoles. y a todos los colores.
Y miró a la luna en toda su silueta; era esbelta y cargada de belleza, y con sus lazos luminosos se formaron dos senos que le sumieron en el pleno apogeo.
Y la noche se volvió ocre al desabrochar con disimulo su broche.
Y vi una hoja verde que hablaba con los grillos y también con los felinos; tenía matices de Corintio y una voz de pito; y con un redoble trino susurraba a gritos:
“Soy el ojo del huracán que conoce a los ancestros pues soy amiga de los abetos y de todos los esqueletos.
Murieron hace milenios y ahora están muy quietos siempre sobre en un ruego que se sumerge en el suelo”
Y la tierra se abrió y me mostró un agujero que no era yermo; tenía una tablilla escrita con mis siglas.
Y allí estaba madre tierra con su figura descubierta, tenía la mano abierta y en ella había una promesa:
“No es el tiempo lo que te preocupa, sino que ya no eres oruga; tampoco tienes arrugas, se acabaron las excusas”
Y anduve por el camino de los árboles como si estuviera en trance, estaba hecho de sueños y despertares que brillaban entre los maizales.
“Esta es tu nueva figura que vive de la escritura, ya no hay lucha, sino suma holgura.
Así que escucha, no hay campos invernales, solo dorados trigales. Coge tu pluma, esa que susurra nuevas realidades y despliega tu arte”
Y miré a la hoja verde que cantaba un sainete, estaba contenta encima de la maleza, hacia el pino y susurraba a los grillos y de vez en cuando soltaba algún grito.
Gracias a Mathijs Delva por la foto
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