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Mes: abril 2019

La reina de las abejas

La reina de las abejas

Pero era tan coqueta,
tan de otro planeta
que solo con mirarla
se desvanecía su silueta.

Y lucía entre montañas
su rostro de cosecha,
su ajuar de lencería
y también de otras prendas.

Y extendía sus piernas
entre valles y lagos
para decoro de los peces
y de las fieras.

Ella era como la brisa
y como la iglesia
con ese perfume a incienso
que todo lo eleva.

Pero tenía la mirada de fuego,
llena de piedras,
tan calientes y pulidas
como la basfemia

Y ahora…

La lava del Vesubio
que salpicaba Eratrea
recorre tu cuerpo
y tu rizada melena.

Y te toco los pies
con suma sutileza
y me entra la fiebre
de amante y de poeta.

Tú eres los versos candentes
que avivan la realidad incierta,
la llama perdida de Erasmo
que prende la materia.

Eres un tesoro
de grandes riquezas,
con pocas monedas de plata
y ninguna bagatela.

Eres el fruto de la tierra
que se expresa de mañana
y en la madrugada
como un suave néctar;
y se entremezcla en mi tostada
y en mi boca reseca
pues no hay intersecciones
para tus líneas paralelas,
esas que parten de tus piernas
y colorean tus arterias
hasta llenar de fuego
las marismas de tu cadera.

Porque tu conoces los secretos
de la realidad hueca.
Esa que estuvo
antes de nacer la tierra;
cuando paseabas desnuda
en medio de la naturaleza,
con esa figura esbelta
llena de pecas
y de semillas de fresa.
Y te pusiste de cuclillas
y diste una voltereta
para llamar al equinoccio
de las abejas.
Porque eras su símbolo,
su madre reina,
por eso sabes a miel
por eso sabes a jalea
como un dulce lamido
al corazón de la colmena.

Y siguió una explosión
y te hiciste un vestido
de hojas y lentejuelas.
Y besaste el sol
y todas las estrellas
para acariciarlas una a una
hasta llegar a Casiopea.

Y ahora estás en mi cocina
jugando con una magdalena,
jugando con el azúcar
y con la cafetera.
Y las horas se enredan
en tu reloj de cuerda
ese en el que no hay segundero
ni tampoco fechas.
Todo es informe
y todo da vueltas
en esa sonrisa tuya
de la que nacen las abejas.

Gracias a DGlodowska por la foto

El fuego de los candelabros

El fuego de los candelabros

La risa de los candelabros
se mira desde todos los lados,
sean conocidos o extraños,
con esa llama en la cabeza
que en realidad es fuego fatuo.

Pues ilumina secretos
y confunde al funcionariado
en medio de las cenas
cuando rebañan los platos.
Entonces comienzan los halagos
y su luz incendia el aire y el recato
justo cuando se tornan las velas
y la sombras fluyen en anonimato.

Entonces…

Cuando las luces se apagan
y las cortinas quedan abajo
su llama flamea
en todos los cuartos;
con colores de acuarela
y velas de lazo
que son como un sostén
que se va desenredando;
y se caen los trapos
y se producen gritos y saltos
es la danza de la vela
que se da en el tercer acto.
Y luego duermen un rato,
de verdad están cansados,
tanto condesa como vasallo,
pero así son las pesquisas
de la vida de palacio.
Un movimiento suave
que reluce como oro en paño.

Capaz de incendiar el carácter
y los títulos nobiliarios
con una llama que quema
a más de trescientos grados.
Y su lengua de cera hablara
y desplegara sus relatos
una hoguera ardería
en todos los camastros.

Y ya por la mañana
cuando el fuego se ha apagado
los candelabros se visten de plata
para volver al trabajo;
y sonríen con descaro
y callan todo el rato.
Pues ahora la multitud
deambula como sonámbulos,
mezclando sus pasos,
esperando que la llama de la noche,
reavive su reinado.

Gracias Agzam por la foto

Los erizos del cobertizo

Los erizos del cobertizo

El prejuicio de los erizos
que salieron del cobertizo,
ese que estaba bajo tierra
y al que no llegaba la luna llena.

Y es que muy al principio
cuando eran chatos y con púas
les encantaba recitar a la luna,
pasar toda la noche en vilo
y recostarse hechos un ovillo.

Pero eligieron el martirio,
envolverse entre las dunas
y rodearse de cuchillos.
Ocultarse lejos de la luna
para no sucumbir a su hechizo.

Pero han salido del escondrijo
con palabras de membrillo:

“Querida señora,
su luz nos enamora
y nos vuelve locos;
como ve no somos pocos
sino docenas y docenas
con todos estos pinchos
y tantos otros palillos.

Pero queremos desnudarnos
y dejar ya el olvido,
ese que tanto nos ha confundido
y es que ahora vemos su aureola
que funde todas las formas,
que todo lo convierte en caracola,
y casi perdemos el sentido.

Queremos vivir como grillos
y cantar de noche a tu brillo,
transformarnos en renacuajos
e incluso en gigantes anfibios,
para zambullirnos en tu pistilo.

Queremos volver a la luz roja,
esa que es como ventosa
y ya no sombra venenosa.
Esa que se confunde con el vino
y abre de nuevo los apetitos.

Querida señora,
queremos volver al nido
como hace tantos siglos,
gozar de todos tus colores
y de tus gestos informes.

Querida señora,
su luz para nosotros es un himno
como el que cantan los periquitos
justo cuando salen de la tormenta
y abren ampliamente sus picos.
Un luminoso estribillo
con el que zumban los mosquitos
en el momento que la luz asoma
más allá del hundido cobertizo.

¡Ya no somos pájaro espino,
ni oscuro armadillo
que solo ve peligros
tras las agujas y los cuchillos!

Querida señora,
Por ti dejamos atrás las púas,
las calumnias y la culpa.
Solo queremos beber de tu brillo
que es como estanque de terciopelo
y de todos aquellos colores
que son reflejo de los soles.

Querida señora,
Al fin salimos del cobertizo,
queremos decirle hola
y luego besarla en la boca.
Hagamos el amor hora tras hora,
y seamos presa del delirio,
porque ahora confiamos en tu brillo,
y en todo tu reflejo amarillo.”

Gracias a Alexa_fotos

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