Vídeo del poema Regalos y consciencia… sobre la siembra, recoger los frutos, los regalos, subir de nivel para vivir nuevas experiencias… y sobre la evolución de la consciencia que se busca a sí misma desde los inicios.
Y salté al cielo porque estaba repleto, tan lleno de vida y de estalactitas que se había parado en un movimiento retrógrado donde los astros, todos apaciguados, contaban historias de cuando eran chatos.
Y vivían en una charca de un solo paso, y se daban las manos y bailaban el tango porque no había tiempo ni letargo, solo un silbido hidrogenado, una bola de helio que encadilaba a mil grados.
Y traería los nitratos todos bien peinados para dar paso a la tierra recubierta de feldespatos.
Y encontré un paramecio un poco aletargado, pues solo tenía una neurona, bastante burlona, que sabía de calculadoras pero no de abecedarios.
Y me dijo en un idioma binario repleto de unos y cerapios:
“Déjalo ya, Carancho. Olvida esa trágala mental que te tiene varado. Elévalo al cuadrado y redobla la apuesta como hicieron los astros. Están todos arrejuntados debajo átomo, donde está la luz del otro lado.”
Y me rodearon los rayos que nacían de los hados, y me dieron un abrazo para dejarme dormido en medio del cielo estrellado.
Y me levanté y miré por la ventana una ciudad de estrellas con unas muecas lozanas que de verdad hacían mella; de dentro hacia fuera pues no seguían regla, ni tampoco teorema, solo una estela que flotaba como una vela.
Y se me acercó una esfera que ardía desde la estratosfera:
“Soy Ardena, la llama de estrellas, la que no nació, y la que no comienza. Soy una quimera en la inmensidad de la esfera porque no se me ve y justo estoy detrás de ella. Pero la nutro, soy el preludio que calienta, la imagen que embelesa. Muchos me creen centinela, otros rara azalea que vaga por el universo ampliando sus fronteras.”
¿Pero si no nací, cómo voy a estar muerta? ¿Pero si no morí cómo es que sigo entera?
No me encontrarás con la mente pétrea esa solo habla hasta acabar revuelta.”
Y en eso se acercó volando el centinela con esa cháchara negruzca, redicha y funesta.
“No la escuches, o yo dejaré de existir. La realidad es incierta, más vale prevenir que morar a tientas. Yo soy la solución y también la respuesta. No confíes en lo que no ves ni en esa estrella mugrienta, desdibujará tu figura y también tus creencias; y vagarás por el universo con una estúpida mueca.”
Pero ya no quería escuchar esas palabras inciertas…
Y miré a Ardena y vi toda su belleza volando entre astros con su melena de cometa. Estaba repleta y enérgica pues era yo y todas las piezas. La madre del universo antes de que naciera. Y me sonrió dulce con sus dientes de gema hasta iluminar la llama que flotaba en la vela.
Y mientras me dormía grité a espuertas: “Ardena, Ardena no desaparezcas muestra tu mueca y que todos te vean.»
Y me construí un cohete con las herramientas del patio: con una mecedora, un tobogán una centrifugadora y un armario. Y tomé carrerilla desde la colina hasta al campanario ante la atenta mirada de mis amigos y del vicario.
Y me lancé en picado y empecé a volar por encima de los astros.
Y llegué hasta un planeta rosado donde había aves a nado que bebían fuego y escupían sangre por los costados. Y me sumergí entre espasmos para poder palpar todos esos cuerpos cubiertos de plumas y escamados. Eran como el Fénix, atunes vestidos de ganso que hablaban múltiples lenguas desde el latín hasta el marciano.
Y les pregunté con sorna en su idioma originario ¿Por qué buceáis y surcáis a la vez el mar y el espacio?
“Porque hemos decidido, hace ya periodos milenarios, que es del todo arbitrario preguntarnos si somos aves o pescado, criaturas de fuego o de acuario ¿Hay alguna respuesta detrás de lo binario? Ese es nuestro corolario. Vuela y también date un baño y busca los límites de este planeta rosado”
Así que me volví a mi cohete un poco descolocado, y encendí el motor tras coger los mandos. Y arranqué hacia la tierra para volar a todo trapo, saludando a las lunas y al polvo estrellado y cada uno de los huecos que me iba encontrando.
Reniego de los astros porque hace años me contaron un cuento sabor salado. Sobre una molécula que vivía en una lago y creció como una célula de un solo átomo; y vagaba por el agua trémula porque quería ser un pájaro y volar lejos como una libélula para ver más allá de los páramos; donde estaban las caléndulas y donde estaban los rayos.
Y allí encontró su alma gemela cubierta de muérdagos, vestida como un protón con su sonrisa de láudano tan iridiscente, que solo de verla, te dejaba anonadado.
“¿Qué haces que no me miras? ¿Por qué no me haces caso?”
“Es que tengo miedo a lo terráqueo, a lo que está latente y aún no he visualizado. Pero veo el cosmos desde el primer acto, cuando solo era polvo y no se había presentado, tan incipiente y tan vasto como cualquier preámbulo.
Y hubo estallido dentro del plano que dieron origen a tu cuerpo y a tus manos. Un chasquido esférico y abigarrado tan concentrado que todo era dado. Un fenómeno divino y bravo que dio origen al Karma y a todos los astros.
Y por fin te he conocido a través de tu carne y de tu brazo. Un boceto esculpido por un árabe artesano que visualizó tu línea y tu trazo; y como un orfebre divisó en las escrituras y en todo lo mencionado para verter tus versos de siete octavos.
Y ahora nos encontramos en este juego que es un espasmo, como dos niños, una molécula y un átomo, que beben de la vida y de lo que no es parco; un diamante tallado por la gema del tiempo entre el futuro y el pasado.»
Las montañas se movieron y los lagos se secaron pues no había aves más allá del altiplano, aquellas que volaban en redondo con las alas amarillas y los picos apagados.
Aves que gritaban al unísono a las flores de verano delirios de tormenta y cantos de colapso.
Pero el torrente de un gran mazo corrió por la cordillera, tan ancho como un canario, para beber de las lomas su brebaje dromedario.
Y allí entre el verde
y los cantos
se originó un gran pájaro,
con forma de montaña
y un color terráqueo,
que se hizo tan grande
como un cisne alado.
y voló por los mundos
para conocer los astros.
Y bailó entre agujeros negros y otros enigmas ingrávidos, llegando la límite de los mundos donde estaba el venerado.
Y este le preguntó, nimio y parco: “¿Por qué has tardado tanto? ¿Todo este tiempo, dónde has estado?”
“He recorrido galaxias, he visto milagros pero sigo sin entender este plan macabro.”
“No hay nada que entender, mi querido pájaro. Sólo has de volver a donde todo fue empezado.
Al confín de los mundos,
al origen lejano,
donde el tiempo se para
en el arco de Sagitario.
Allí las aves beben y todos los montes son sagrados, acariciados por lombrices, pulgas y lagartos.
No temas pues es el amor el que recubre el kaos, y aunque no lo entiendas nada de esto es vano.
Abre tu pecho, expira cada palmo. Pues en esta obra majestuosa todos tocamos el órgano.”
Y el pájaro asintió, ya no quedaba reclamo. Sólo podía creer y continuar volando.
Y así lo hizo
por milenios milenarios,
épocas de especies
y de otros tantos.
Y al fin volvió a la tierra, tras muchos, muchos años. Vestido con plumas verdes como un jilguero bravo.
Y clavó sus patas en Pangea, allá donde todo fue narrado, susurrando a los vientos plantado como el Kilimanjaro.
Y cuando mira al cielo y se acuerda del sabio, canta a los monzones leyendas de grajo sobre lagos azules y montes sagrados, que están flotando detrás del páramo.
Donde están los gamos y los animales pardos. Aquellos que fueron creados por un soplo primario; nada más acabar la primavera, nada más llegar el verano.
Vuela paloma vuela,
vuela alto
más allá de las azoteas,
más allá de los tejados,
donde están las nubes
vestidas de blanco,
hacia los mirlos
que ya están sentados.
Vuela Paloma, vuela,
vuela hacia el ocaso
más allá de las esferas
y del cielo olvidado,
más allá de la tierra,
más lejos de Urano,
donde están las galaxias
que son polvo estrellado.
Vuela Paloma, vuela,
vuela hacia al anciano,
ese montado en una garza
y sobre un péndulo dorado,
que contiene todas las almas
en la palma de su mano
y que hará una pirueta
justo antes del colapso.
Vuela paloma, vuela,
vuela y no pares,
tú sigue aleteando
que pronto no habrá nada
y todo el cielo será claro.
Gracias a MK817 por la foto.
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