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Etiqueta: naranja

Naranja. Poemas sobre el deseo, el calor, el fuego, el avance y movimiento. Sobre que cosas las sucedan y se atraigan.

El araño

El araño

Y soñé con un arácnido
que tenía ocho brazos
unas alas en las espalda
y patas en vez de manos.

Y se quedaba suspendido
en el aire con cara de despistado,
revoloteando emancipado
con el tiempo prorrogado.

Buscaba el torrente dorado
que se veía en la tierra
cada quinientos años.
Cuando todo estaba en cambio,
cuando los sueños se ponían
de color anaranjado.
Como un abejaruco
fuerte y potentado
que concede deseos
al que pasa por su lado.

Y me mostró un espejo
que era cóncavo y abombado
donde los cristales se fundían
en un multicolor vaso;
con un líquido edulcorado
intenso y abigarrado
que contenía un ámbar
que reflejaba lo anhelado.

Y por fin me habló el araño:

“Tiempo has tardado en venir,
mi querido paisano
¿A qué tenías tanto miedo,
a desplegar todo tu halo
y quedar de pronto calcinado?
¿A desplegar todo tus dones
en este instante pausado?
¿O a volar encima de los montes
como hacíamos antaño,
cuando mares de colores
bañaban todos los astros,
y los hados susurraban
un preludio emancipado?

No temas querido paisano,
todo es posible antes de mayo.
¿No ves cómo se proyecta
todo tu campo?
Eres energía pura
y potencia al cuadrado.
Es la suma de posibilidades
que ya se están dando.
Es el fruto del naranjo
que cae antes del verano
y derrite el espejo
en miles de actos.”

… Y todo bailó en naranja…

Gracias a @vidarnm por la foto

La reina de las abejas

La reina de las abejas

Pero era tan coqueta,
tan de otro planeta
que solo con mirarla
se desvanecía su silueta.

Y lucía entre montañas
su rostro de cosecha,
su ajuar de lencería
y también de otras prendas.

Y extendía sus piernas
entre valles y lagos
para decoro de los peces
y de las fieras.

Ella era como la brisa
y como la iglesia
con ese perfume a incienso
que todo lo eleva.

Pero tenía la mirada de fuego,
llena de piedras,
tan calientes y pulidas
como la basfemia

Y ahora…

La lava del Vesubio
que salpicaba Eratrea
recorre tu cuerpo
y tu rizada melena.

Y te toco los pies
con suma sutileza
y me entra la fiebre
de amante y de poeta.

Tú eres los versos candentes
que avivan la realidad incierta,
la llama perdida de Erasmo
que prende la materia.

Eres un tesoro
de grandes riquezas,
con pocas monedas de plata
y ninguna bagatela.

Eres el fruto de la tierra
que se expresa de mañana
y en la madrugada
como un suave néctar;
y se entremezcla en mi tostada
y en mi boca reseca
pues no hay intersecciones
para tus líneas paralelas,
esas que parten de tus piernas
y colorean tus arterias
hasta llenar de fuego
las marismas de tu cadera.

Porque tu conoces los secretos
de la realidad hueca.
Esa que estuvo
antes de nacer la tierra;
cuando paseabas desnuda
en medio de la naturaleza,
con esa figura esbelta
llena de pecas
y de semillas de fresa.
Y te pusiste de cuclillas
y diste una voltereta
para llamar al equinoccio
de las abejas.
Porque eras su símbolo,
su madre reina,
por eso sabes a miel
por eso sabes a jalea
como un dulce lamido
al corazón de la colmena.

Y siguió una explosión
y te hiciste un vestido
de hojas y lentejuelas.
Y besaste el sol
y todas las estrellas
para acariciarlas una a una
hasta llegar a Casiopea.

Y ahora estás en mi cocina
jugando con una magdalena,
jugando con el azúcar
y con la cafetera.
Y las horas se enredan
en tu reloj de cuerda
ese en el que no hay segundero
ni tampoco fechas.
Todo es informe
y todo da vueltas
en esa sonrisa tuya
de la que nacen las abejas.

Gracias a DGlodowska por la foto

El fuego de los candelabros

El fuego de los candelabros

La risa de los candelabros
se mira desde todos los lados,
sean conocidos o extraños,
con esa llama en la cabeza
que en realidad es fuego fatuo.

Pues ilumina secretos
y confunde al funcionariado
en medio de las cenas
cuando rebañan los platos.
Entonces comienzan los halagos
y su luz incendia el aire y el recato
justo cuando se tornan las velas
y la sombras fluyen en anonimato.

Entonces…

Cuando las luces se apagan
y las cortinas quedan abajo
su llama flamea
en todos los cuartos;
con colores de acuarela
y velas de lazo
que son como un sostén
que se va desenredando;
y se caen los trapos
y se producen gritos y saltos
es la danza de la vela
que se da en el tercer acto.
Y luego duermen un rato,
de verdad están cansados,
tanto condesa como vasallo,
pero así son las pesquisas
de la vida de palacio.
Un movimiento suave
que reluce como oro en paño.

Capaz de incendiar el carácter
y los títulos nobiliarios
con una llama que quema
a más de trescientos grados.
Y su lengua de cera hablara
y desplegara sus relatos
una hoguera ardería
en todos los camastros.

Y ya por la mañana
cuando el fuego se ha apagado
los candelabros se visten de plata
para volver al trabajo;
y sonríen con descaro
y callan todo el rato.
Pues ahora la multitud
deambula como sonámbulos,
mezclando sus pasos,
esperando que la llama de la noche,
reavive su reinado.

Gracias Agzam por la foto

El gamo y la pradera

El gamo y la pradera

Y me concentro
y hasta cierro los ojos
y no abro los párpados;
pues no hay bruma, ni niebla,
solo la rueda de los cantos,
que se mueve en círculos
y en espirales,
como ciclos matinales
que llaman a la Luna Nueva
y a la Madrugada Vieja
con sus propios madrigales.

¿De dónde viene esta música bisoña,
esas notas celestiales,
que cuanto más junto entre las palmas,
resuenan como nogales?

Y entró en el bosque de los sonidos
y en los jardines florales,
para bañarme en la fuente
y en todos los estanques,
donde no hay agua,
sino afluentes,
de luminosos caudales.

Es el río que todo lo llena,
el fin de todos los males,
que empiezan por una mente vacía
allí, cerca de los perales.

Es todo espesura,
y todo follaje,
de un verde que desnuda
el ojo y a la imagen.

Está lleno de pigmentos
y de frutos carnales
que se expanden por el éter
entre los árboles.

Y en realidad no hay matojos,
ni tampoco espinas,
porque todo lo que pincha
y desquicia,
solo entra por el ojo
de la visión estricta.

Y entre los robles,
y la hierba,
oigo al final de la espesura
un gamo,
de ideas inciertas,
que corre entre las matas
con sus pezuñas hacia afuera.

Y se tumba en la pradera,
colea que colea,
y me saca la lengua,
con los ojos en blanco
y la mirada tuerta.

Y yo le hablo
y le pregunto por los salmos
y por otras mancuernas,
y el me mira aturdido
mientras berrea.

“Te vas a volver loco
y te va doler la cabeza
tantas ideas saben a poco,
si no escuchas lo que suena.
La realidad parece hueca
como las ramas de un olmo,
así que déjate de escorzos
y canta ya a capela.

Que no siempre serás mozo
sino más bien pronto
carne que azulea.
Así que juega un poco
entre faldas y gorjeas
y llama al amarillo y al naranja
que hay en las mozuelas.

Salta y canta,
pues este valle
no se va a ninguna parte.
Se queda donde está
con todos sus estanques
y todas sus azucenas.
Para que tantas veces te bañes,
tantas veces ames,
pues el fruto de la primavera
cuelga ya de los ramales.
Así que extiende la mano
y ya no me hables.
la puerta que tanto buscas,
está entre las voces corales.”

Gracias a Brigachtal por la foto

Conversaciones con el tiempo

Conversaciones con el tiempo

Me levanté tras mucho vino
con la boca llena de larvas,
todo el traje roído
y sin poder usar el habla.
Estaba entre las matas y los pinos,
bien pasado el alba,
con barro en los tobillos
y arena en las mangas;
me salían murciélagos del ombligo
y piedras de la cara,
ya apenas escuchaba sonido
y tampoco ninguna palabra.

En medio del vacío…

Todo eran sombras sin sentido
que reptaban en nirvana,
amigos del delirio
y transeúntes del Karma.

Y extendí un dedo corrosivo
en medio de esta charada,
una especie de ruego anfibio
que iba más allá del dharma.
Y encontré al tiempo altivo,
vestido con sus mejores galas,
como una antiguo capitán de navío
que nunca suelta amarras,
ese que dominaba el destino
y los ritmos de la espada.

Y le pregunté,
Ay, tiempo, amigo mío
¿Por qué el agua me sabe amarga?
¿Es este el libre albedrío,
que está lleno de cataratas
o son las mentiras del Calvino
que se confunden con la mar salada?
Pues solo veo un ovillo
enredado como un mantra,
donde es imposible encontrar hilo
y mucho menos la calma.
¿Serán tus mareas un silbido
escondido entre tus baladas,
una especie de pez martillo
que grita por las mañanas
y que solo puede ser oído
tras el desembarco de las fragatas?

… Pero un silencio salino…
ya se escucha en las playas…

Y por fin llegué a Paramaribo,
donde la arena era naranja,
con los costados amarillos
y la respiración prana.

Y el tiempo se ha había escondido
de las escuchas y las miradas,
pues solo era un mito
que se reflejaba en el agua clara;
un cuento para los vivos
que resuena con la marejada.

(No hacia falta ni silencio, ni grito,
ni ademanes, ni palabras;
solo un tranquilo respiro
lleno de cantatas)

Gracias 851878 de Pixabay por la foto.

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