El tiempo. Poemas sobre el tiempo que se expande, que perdura, que está más allá de la comprensión. En el que todo se para y cobra otro color. En que se detiene la realidad y las palabras nutren. Lo inmanente se muestra
Segundo episodio del podcast Paseos Primitivos donde nos adentramos en el tiempo, en su estructura interna acompañados de la figura de don Emmanuel Kant y su puntualidad de Königsberg. Un viaje absurdo y surrealistas, lleno momentos metafísicos, con ejercicios meditativos, anécdotas paralizantes, filosofaciones y preguntas existenciales. Es el momento de ser quienes somos y de atrevernos.
Juan Pablo el Sastre contaba el relato de existencia que rondaba por su cabeza: que si era efímera… que si era esquiva… que si llegaba a cansarte hasta hacerte cadáver… pues todo era vacío y completamente anodino…
Y así zurcía su hilo ante semejante descosido para coserse un chaleco divino de lustrosa seda y hilo que ponerse los domingos antes de ver a Dionisio.
Pero lo que no sospechaba es que sería testigo de lo inabarcable y positivo, todo un sinsentido más allá del raciocinio, en medio de aquella amalgama que superaba la nada.
Y sintió nauseas… Y siguió tejiendo ante aquel remiendo que sacudía el ingenio. Las palabras tropezaban en el hiato de los milenios y la boca se empequeñecía ante el final de la desdicha.
No había criatura ni contorno ni figura, perdida la mirada objetiva en las paredes de la alquimia ¿Moriría la filosofía en el recodo de la alegoría? ¿Cómo explicar un pensamiento en el espectro de lo quieto?
Y siguió tejiendo y tejiendo, ya no un chaleco sino un americana y un pantalón de feltro.
No había entierro ni se fingía ya muerto, el hilo traspasaba el cuerpo. Había zurcido con esmero un alegato de queroseno que derretía el tiempo.
Ya no había nausea había encontrado la causa que le vestiría de letanía en las mañanas vespertinas, un flujo de evidencias en las estrías del galimatías.
Y nada más despertar corriendo se fue a buscar a Simone al Bulevar. Por el Sena pasearían el resto de sus vidas. Un torrente de alegría en la mirada parisina, una fábula modista de tejido existencialista.
A través del espejo vi todo el universo, en cada partícula y en cada reflejo.
Dos luces se polarizaron en pleno movimiento, eran como un destello y un estrépito por fuera y por dentro.
Volaban por el cosmos desde el comienzo, dos haces y dos espectros en buscas de respuestas y de consuelo. Eran Gamma y Reflejo:
Gamma: No entiendo. No entiendo lo que veo.
Reflejo: Porque es todo un sueño.
Gamma: ¿Cómo que un sueño?
Reflejo: Ya nada es nuevo, Gamma.
Gamma: Pero si nos conocemos desde el primer apogeo, desde el rugir del trueno, cuando todo era amarillo como un incendio.
Reflejo: Y aún así es un misterio. Apenas ha pasado el tiempo, seguimos vagando y flotando lento.
Gamma: ¿Lento dices? Pero si parece un concierto, un baile techno. ¿A caso no recuerdas las tormentas de helio, cuando no había planetas y solo un fulgor eterno?
Reflejo: Aquello era sosiego todo el mundo nuestro, no había sombras ni espectros.
Gamma: ¡Reflejo! ¡Reflejo! siempre todo tan incierto, tan oscuro y negro.
Reflejo: Es que soy un muermo. Uno de esos rayos que no tiene cuerpo.
Gamma: Se me ocurre una idea. Una idea. Vamos al centro donde están todos los reflejos, donde aún es día porque no existe el tiempo.
Reflejo: ¿A dónde es eso?
Gamma: A la Cabeza del Ciervo, una galaxia donde no hay invierno, donde los haces cantan sonidos de fuego.
Reflejo: ¡Yo quiero! ¡Yo quiero!
Gamma: ¡Pero si está contento!
Reflejo: No iba a estarlo, como si me leyera el pensamiento.
Gamma: Pues vamos, vamos en este mismo momento.
Reflejo: ¿Pero y cómo lo hacemos?
Gamma: Una vez tuve un sueño consistía en darse las manos y apretar los dedos; y gritar con todos los presentes: ¡Allá vamos! ¡Allá vamos Cabeza de Ciervo!
ACTO II
Y una luz apareció entre ellos una puerta secreta hacia el origen del universo. Y ellos la cruzaron hasta llegar al portero.
Gamma: ¿Y tú quién eres?
Portero: El portero
Reflejo: ¿El portero?
Portero: Sí, el portero de Cabeza de Ciervo… Aquí solo tienen acceso los rayos primeros, los que fueron creados cuando todo era un caldero.
Reflejo y Gamma lo miraron boquiabiertos.
Reflejo: ¿Y eso cómo lo demuestro?
Gamma: Sí, eso.
Portero: Pues por el acento. Esos rayos hablan en estruendo, el idioma del magma y del extranjero.
Reflejo: ¡No entiendo! ¡No entiendo! Nos estás tomando el pelo.
Portero: Es un idioma pionero de los haces que vertebran el universo.
Gamma: ¿Y si no hablamos ese dialecto?
Portero: ¿Cómo que dialecto?
Gamma: Quiero decir el idioma ese del vertebro.
Portero: Pues entonces tendréis que decirme la contraseña que da sentido a todo esto.
Reflejo: Eso es fácil La sabe cualquier bombero que haya nacido con el estruendo. Es yo sueño… Yo sueño
Portero: Podéis pasar rayos primeros.
ACTO III
Y así lo hicieron como en un festejo y en un pasadizo de fuego; habían llegado al centro del orden y del misterio donde todo eran llamas en la Cabeza de Ciervo. La velocidad subía, centelleaban los decibelios, mitad sonoros, mitad silencio. Y vieron una supernova y el cosmos entero hasta llegar a una luz que iluminaba el comienzo.
Gamma: ¿Así que es esto?
Reflejo: Todo es nuevo
Gamma: ¿Y si la tocamos, estaremos muertos?
Reflejo: Se oye un susurro que viene de dentro.
Gamma: ¿Y qué dice?
Reflejo: Habla el idioma primero.
Gamma: Al fin lo conocemos.
Y tocaron la luz y se fundieron para ser de nuevo el todo por un momento. Todo tenía sentido ya no había pensamiento ni tampoco reflejo; solo un estruendo que destruía el tiempo.
Y allí estaban Gamma y Reflejo siendo solo uno con todo el universo.
Gracias a Aldebaran S por la foto.
*De esta obra de teatro se ha omitido el texto referente a la presentación de los personajes, emociones, entonación y estado de ánimo para que sea más sencilla su lectura.
Andaba por una línea fina cargada de serotonina cuando vi un paraje que me llevó a observarte.
Estabas suspendida en el cielo en medio del deshielo, cerca de una ladera con forma de esfera, con muchas herramientas y otras tuercas que alimentaban la materia.
Y grité a tu sombra: ¿Por qué tanta zozobra? ¿Por qué justo ahora; hay algo que sobra en la inmensidad de tu obra?
“Tus lágrimas son tristes como pensamientos grises, un tanto indivisibles como las líneas de Euclides.
Quizás, todavía te resistes. Nada es tan terrible. Suéltate a lo que existe.“
Y se convirtió en una esfinge tan bella como Nefertiti; veía a través del tiempo en medio del invierno; no había tristeza, ni tampoco desasosiego; solo un suspiro eterno que abracé como un destello.
Yo te miro y te miro y te busco en el infinito, en el aroma de los lirios y en los latidos antidepresivos.
¿Por qué te perdiste; por qué no pude encontrar tu brillo?
Yo miro y te miro desde lejos con los brazos en vilo, para encontrar tu corazón trino más allá de los prejuicios.
Pues una vez vi dos pececillos en un líquido salino; eran como dos niños que jugaban al aquí te pillo, y se vieron de lleno por unos instantes que fueron dos pellizcos.
Y me preguntaste ¿Qué te pasa pececillo?
“Te he esperado tres siglos y solo en parte has venido; no muestras tu brillo solo un parpadeo tibio, pero quería verte más allá de las capas y de las escamas, de todas las conjeturas de esta agua salada.
En ese líquido tan tuyo porque es exquisito, arrebatador y transitivo.”
Y vi un mar de Coral que nunca se iba a apagar lleno de pigmentos en mitad del nacimiento, con una luz colosal cerca de la pleamar.
Y allí me miraste justo en ese instante, como una ola bramante dispuesta a abrazarme.
Y me susurraste…:
«Estoy parada cerca de la mar salada, veo luces en espirales detrás de los fríos invernales, no se cómo romper el hielo que congela lo que quiero.
Me he quedado helada ante mi propia estampa. Pero a ti te veo desde lejos porque me haces de espejo.»
Y el tiempo se detuvo en cada segundo y en ninguno; vimos nuestras sombras y otras zozobras; y allí nos quedamos mientras pasaban las horas.
La luz buscaba indicios que hablaban de nosotros mismos.
Por eso ahora te miro y te miro en estas horas de concilio para decirte: te quiero pececillo.
Y vi una hoja verde que hablaba con los grillos y también con los felinos; tenía matices de Corintio y una voz de pito; y con un redoble trino susurraba a gritos:
“Soy el ojo del huracán que conoce a los ancestros pues soy amiga de los abetos y de todos los esqueletos.
Murieron hace milenios y ahora están muy quietos siempre sobre en un ruego que se sumerge en el suelo”
Y la tierra se abrió y me mostró un agujero que no era yermo; tenía una tablilla escrita con mis siglas.
Y allí estaba madre tierra con su figura descubierta, tenía la mano abierta y en ella había una promesa:
“No es el tiempo lo que te preocupa, sino que ya no eres oruga; tampoco tienes arrugas, se acabaron las excusas”
Y anduve por el camino de los árboles como si estuviera en trance, estaba hecho de sueños y despertares que brillaban entre los maizales.
“Esta es tu nueva figura que vive de la escritura, ya no hay lucha, sino suma holgura.
Así que escucha, no hay campos invernales, solo dorados trigales. Coge tu pluma, esa que susurra nuevas realidades y despliega tu arte”
Y miré a la hoja verde que cantaba un sainete, estaba contenta encima de la maleza, hacia el pino y susurraba a los grillos y de vez en cuando soltaba algún grito.
Y subí a las estrellas en busca de una prueba que determinara la espera. Y encontré la estatua de la alteza del tiempo y su rueda y una gran bola que la detuviera.
Todo se paró como el cinquecento. No había preludio, ni desconcierto, solo una sombra inmensa y una mancha llena de tormento.
Y por fin vi al planeta Tarento que canturreaba una sonata frente al desconsuelo:
“No existe el desespero, ni la falta de alimento, solo es la pérdida ante el deseo que oscurece la forma y engorda el tormento.
Pero es una ilusión mental ante el agotamiento. Corre hacia la bruma y salta sobre la duda; ahí está la cura que envuelve las alturas y está junto al suelo; al lado de tus abuelos y todos tus ancestros.
Ella está cambiando, momento a momento, con toda la conciencia de tu querido pueblo.”
¿Por qué Tarento? ¿Por qué no veo entre el fuego?
“Porque esto es un juego, no hay realidad ni tampoco luego, solo una sucesión de hechos, sin principio ni comienzo.
Si miras entre las sombras, verás el cebo y tras la pérdida un palacio inmenso.”
Y a él me encaminé, despacio pero contento pues contenía todas las luces del universo.
Era el yo y era el ello, no había división, ni había sustraendo, era la visión del todo y del esparcimiento.
Y antes de deshacerme le pregunté: “¿Eres Dios? ¿Eres todos los cimientos?”
Y el se rió como un chiquillo despierto peinado con destellos. Y me puso la cara en el pecho y el universo se deshizo en miles de momentos.
Y vi entre las nubes un destello rizado como un cabello, una cuerda para subir al cielo y discutir con los de arriba el porqué de tanto trasiego.
¿Sería todo aquello una epifanía o un soleado monasterio donde los ángeles se amontonaban juntitos hacia el centro?
Y me preguntaron :
“¿A que has subido muchachuelo, a ver si de verdad hay sujeto, si hay significado tras el soneto o algo que luzca entre lo bello?
No solo hay cuerpo, ni todo es pequeño dentro, muy dentro escondidos hay misterios.”
Y en esto se mostró Anselmo tan longevo como inquieto saltando de un lugar a otro en los arrabales del viento.
Pero no quería escucharle, quería seguir subiendo y conocer la verdad de este triángulo escaleno, en el que cada peldaño era uno de sus catetos, una escalera hacia el cosmos y hacia el último evento.
Luz de luces, paradigma de advenimiento que das cobijo a los ángeles desde el comienzo.
Y la luz se desplegó en el apogeo del destello y me bajó a la tierra para obtener consuelo.
Con la piedra, el asfalto, donde todo tenía forma y todo tenía peso. Aquello que no comprendía por ser un poco denso.
Y apareció la madre con un lucido beso guardado en la mejilla desde hacía tiempo. Y me miró profundo como en un sueño, en este relato terroso que en verdad era un cuento.
Remo y remo entre las sombras,
en medio de la tormenta,
donde no hay veleros
ni catamaranes,
solo corrientes y orquestas.
Está lleno de retazos crepusculares
y recuerdos de grandes gestas,
cuando el hombre combatía los mares
y escuchaba cantos de sirenas.
Pues no había abismos ni clanes
sino notas de música Celta
que bañaban todos los mares
con matices de argenta.
Y ahí se fundía todo el oleaje,
con sus mareas de viento
y sus cuartetos de cuerda,
que como gaitas llamaban a barlovento
con esas notas gallegas
para confundir al tiempo
y llenarlo de grietas.
Ya es todo una circunferencia…
Lleno de valles y crestas
donde no hay horizonte
sino miles de horas inciertas,
que crean un punto de anclaje
y todo lo rodea…
Ya no hay mares ni océanos,
sino una ola gigantesca
que se da forma así misma
como dos corvinas siamesas.
Y recubre esos océanos
y todas sus aletas
de un color plateado
con tonos violetas…
Y ya oigo de nuevo…
El recuerdo de un nuevo mundo
y el sonido de las goletas,
que con miles de carabelas
confunden a las mareas
y al agua espesa.
Es el comienzo de una era
con notas de silencio
y arreglos de orquesta.
Me levanté tras mucho vino
con la boca llena de larvas,
todo el traje roído
y sin poder usar el habla.
Estaba entre las matas y los pinos,
bien pasado el alba,
con barro en los tobillos
y arena en las mangas;
me salían murciélagos del ombligo
y piedras de la cara,
ya apenas escuchaba sonido
y tampoco ninguna palabra.
En medio del vacío…
Todo eran sombras sin sentido
que reptaban en nirvana,
amigos del delirio
y transeúntes del Karma.
Y extendí un dedo corrosivo
en medio de esta charada,
una especie de ruego anfibio
que iba más allá del dharma.
Y encontré al tiempo altivo,
vestido con sus mejores galas,
como una antiguo capitán de navío
que nunca suelta amarras,
ese que dominaba el destino
y los ritmos de la espada.
Y le pregunté,
Ay, tiempo, amigo mío
¿Por qué el agua me sabe amarga?
¿Es este el libre albedrío,
que está lleno de cataratas
o son las mentiras del Calvino
que se confunden con la mar salada?
Pues solo veo un ovillo
enredado como un mantra,
donde es imposible encontrar hilo
y mucho menos la calma.
¿Serán tus mareas un silbido
escondido entre tus baladas,
una especie de pez martillo
que grita por las mañanas
y que solo puede ser oído
tras el desembarco de las fragatas?
… Pero un silencio salino…
ya se escucha en las playas…
Y por fin llegué a Paramaribo,
donde la arena era naranja,
con los costados amarillos
y la respiración prana.
Y el tiempo se ha había escondido
de las escuchas y las miradas,
pues solo era un mito
que se reflejaba en el agua clara;
un cuento para los vivos
que resuena con la marejada.
(No hacia falta ni silencio, ni grito,
ni ademanes, ni palabras;
solo un tranquilo respiro
lleno de cantatas)
Gracias 851878 de Pixabay por la foto.
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