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Mes: enero 2019

Las hormigas del cielo

Las hormigas del cielo

En el cielo habitan las hormigas
sin coraza ni cripta,
pues se habían desnudado
al subir por la cornisa.

Esa cornisa de los colores,
esa cornisa de la brisa,
que arremolina los azucenos
cuando suben hacia arriba.

Y allí se habían quedado
justo encima de las simas,
para mirar al horizonte
y sentarse de cuclillas.

Y contaban historias de trovadores
y otras leyendas muy íntimas,
mientras se reían a carcajadas
y en las espalda se hacían cosquillas.

Y entonces una le dijo a otra:
“Quita, quita, quita
que esto se va ir de madre
y pronto pasarás a las caricias.”

“Pero no hay nada de malo,
estamos sobre la ciudad de Pisa.
Aquí todo es inclinado
y ya no queda malicia.»

“Aunque el cielo es enredado
y las nubes son muy mullidas
No sé, si echarse un rato
resolverá este galimatías”

“Así haremos llover a cántaros
y bañaremos a las islas,
esas donde beben los pájaros
y se esconden las golondrinas.»

“Hormiga, hormiga, hormiga,
eres muy bonita,
casi me has convencido
con tanta pamplina.

Hablas como una lagartija
y me seduces con tus citas
pero para qué echar el vuelo
hacia nubes sibilinas.

Parecen palabras amigas
rellenas de nata y almíbar,
que se escuchan por la noche
al salir de las cantinas.

Pero también suenan a desenfreno
y a mucha adrenalina;
de esas que cantan como arpegios
y pican como ortigas.

No ves que estamos en el cielo
No ves que estamos aquí arriba;
ya no debería haber viento
pues estamos en el clímax.»

«Te confundes, hormiga,
al ser tan estricta
y colocar la cornisa
por encima de la vida.

No hay mayor mentira,
no hay mayor alquimia
que vivir en el cielo
y del todo ser cautiva.

Abre los ojos, querida hormiga,
y salta a la tierra
donde están todos los insectos
y los insecticidas.

Allí probarás la lascivia,
y otras delicias
y conocerás muchas colonias
que creías perdidas.

Y luego volverás al cielo
vestida de polilla
para estar de nuevo
junto a todas las hormigas.»

Poema a los patrones obsoletos
porque el cuándo, el cómo
y el quién son cosa mía.

Gracias a analogicus por la foto.

La montaña y el pájaro

La montaña y el pájaro

Las montañas se movieron
y los lagos se secaron
pues no había aves más allá del altiplano,
aquellas que volaban en redondo
con las alas amarillas
y los picos apagados.

Aves que gritaban al unísono
a las flores de verano
delirios de tormenta
y cantos de colapso.

Pero el torrente de un gran mazo
corrió por la cordillera,
tan ancho como un canario,
para beber de las lomas
su brebaje dromedario.

Y allí entre el verde
y los cantos
se originó un gran pájaro,
con forma de montaña
y un color terráqueo,
que se hizo tan grande
como un cisne alado.
y voló por los mundos
para conocer los astros.

Y bailó entre agujeros negros
y otros enigmas ingrávidos,
llegando la límite de los mundos
donde estaba el venerado.

Y este le preguntó,
nimio y parco:
“¿Por qué has tardado tanto?
¿Todo este tiempo,
dónde has estado?”

“He recorrido galaxias,
he visto milagros
pero sigo sin entender
este plan macabro.”

“No hay nada que entender,
mi querido pájaro.
Sólo has de volver
a donde todo fue empezado.

Al confín de los mundos,
al origen lejano,
donde el tiempo se para
en el arco de Sagitario.

Allí las aves beben
y todos los montes son sagrados,
acariciados por lombrices,
pulgas y lagartos.

No temas pues es el amor
el que recubre el kaos,
y aunque no lo entiendas
nada de esto es vano.

Abre tu pecho,
expira cada palmo.
Pues en esta obra majestuosa
todos tocamos el órgano.”

Y el pájaro asintió,
ya no quedaba reclamo.
Sólo podía creer
y continuar volando.

Y así lo hizo
por milenios milenarios,
épocas de especies
y de otros tantos.

Y al fin volvió a la tierra,
tras muchos, muchos años.
Vestido con plumas verdes
como un jilguero bravo.

Y clavó sus patas en Pangea,
allá donde todo fue narrado,
susurrando a los vientos
plantado como el Kilimanjaro.

Y cuando mira al cielo
y se acuerda del sabio,
canta a los monzones
leyendas de grajo
sobre lagos azules
y montes sagrados,
que están flotando
detrás del páramo.

Donde están los gamos
y los animales pardos.
Aquellos que fueron creados
por un soplo primario;
nada más acabar la primavera,
nada más llegar el verano.

Gracias a skeeze por la foto

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