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Mes: diciembre 2020

El diamante iluminado

El diamante iluminado

(De diamante aprendiz a iluminado)

Habíase un diamante
pequeño y corrosivo
que todo el mundo
llamaba Benito.
Era muy digno,
incluso fiel amigo
pero de vez en cuando
perdía los estribos.

Un día paseando
por una charca,
puso su mirada
en un alga
y lo que allí vio
realmente le sorprendió.
De ahí nacía la calma.

Así que se zambulló
en el agua
y buceó hasta los corales
y estos le contaron
el secreto de los metales.

“Sabemos de la transmutación
y de las piedras preciosas;
aquí no hay confusión
pues solo existe un cosa.
Si puedes ser todo
y a la vez ser parte
pronto convertirás en oro
hasta tu último poro.

No importa el decoro,
no importa el lloro.
No habrá ojo por ojo
ni ningún despojo.
Solo verás el esbozo
y lo que es espinoso
entre lo esponjoso.»

Y así conoció la Alquimia
junto a otros mil califas,
y viajó por todo el mundo
con un cofre de mil escudos.

Hasta conoció una institutriz
llamada Aurelia
que comprendía la matriz
de todas las quimeras.

Y era tan bella,
una reliquia hecha doncella.
Y encendió una vela
rebosante de cera
que se derritió
para iluminar su gema.

Y Benito sonrió
entre dimensiones
hasta ver los pormenores.
Todo era reluciente
pues ya no había mente;
se había iluminado
tras el carbono cristalizado.

Solo era luz… solo luz…

Gracias a Ewar por la foto

La luz del universo

La luz del universo

Y salté al cielo
porque estaba repleto,
tan lleno de vida
y de estalactitas
que se había parado
en un movimiento retrógrado
donde los astros,
todos apaciguados,
contaban historias
de cuando eran chatos.

Y vivían en una charca
de un solo paso,
y se daban las manos
y bailaban el tango
porque no había
tiempo ni letargo,
solo un silbido hidrogenado,
una bola de helio
que encadilaba a mil grados.

Y traería los nitratos
todos bien peinados
para dar paso a la tierra
recubierta de feldespatos.

Y encontré un paramecio
un poco aletargado,
pues solo tenía una neurona,
bastante burlona,
que sabía de calculadoras
pero no de abecedarios.

Y me dijo en un idioma binario
repleto de unos y cerapios:

“Déjalo ya, Carancho.
Olvida esa trágala mental
que te tiene varado.
Elévalo al cuadrado
y redobla la apuesta
como hicieron los astros.
Están todos arrejuntados
debajo átomo,
donde está la luz
del otro lado.”

Y me rodearon los rayos
que nacían de los hados,
y me dieron un abrazo
para dejarme dormido
en medio del cielo estrellado.

Gracias a geralt por la foto

La cebolla desnuda

La cebolla desnuda

Y vi una cebolla
a través de la ventana
justo cuando se quitaba
la última capa.

El día se estremecía
como un enigma
mientras ella se movía
a través de la persiana.

Solo llevaba unos calcetines
de suave lana
mientras asomaba en la cara
una luminosa sonrisa
que recordaba a las divisas.

Y se tumbó en la cama
y musitó a las musarañas
miles de palabras,
como una nana
un poco rara
que hacía un ovillo
de color plata.

“Ya no me quedan capas.
Estoy cerca del alma,
donde se desvelan los misterios
y todos los entuertos.
Veo una especie de figura
en medio de la bruma.
Es un ser difuso
tras un ángulo obtuso.
De allí nace la calma.
Un sin fin de posibilidades
en tres mil eternidades.
Pero también veo un espectro
que tiene color esqueleto.
Viene desfigurado hacia mí
como si esto fuera un entierro.

¿Qué hiciste criatura
para romper el espejo?
¿Cómo te perdiste
en el bosquejo de lo incierto?»

“No sé que pasó.
Me zambullí en el ego
y todo se volvió negro”

“Pero sabes que no existe,
que es solo un cuento
tan grueso como el cemento.
No hay espectro,
no hay más lo siento;
solo hay este momento.
Perdona la herida
que está cautiva
y que con una sonrisa
pronto cicatriza.”

Y el espectro quedó mudo
y le brotó musgo
en un lugar profundo.

Y la cebolla desnuda
siguió con sus travesuras
y moviendo su hermosura.
No había más capas
ni leyendas opacas.
Solo una gran abertura
que lleva al reino
que despeja todas las dudas.

Y se metió en la cama
para abrazar su alma
que iluminaba ahora
toda la ventana.

Gracias a K8 por la foto

El Alfa y el Omega

El Alfa y el Omega

El Alfa y el Omega
al parecer eran dos letras
como dos islas griegas,
ya bastante añejas,
que entraban en guerra
cuando discutían entre ellas.

“¿Por qué todo lo comentas?
¡Anda, Alfa esa sí que es buena!
¿Pero qué dices, Omega?,
protestaban en respuesta.»

Hasta que un día leyeron
un proverbio en una galleta:
«Si conoce lo que suena
y apenas parpadea
algo debe saber
de lo que alardea.»

Y una tarde se fueron de juerga
y perdieron algunos trazos
por darle mucho al vaso,
y por fin se hicieron caso
y se hablaron como en años.

“Yo te quiero, Omega
pues eres tan bella,
pero tienes que
liberarte de tu pena,
esa que te atenaza
desde que eres enana.»

«Y yo te quiero a ti, Alfa
desde antes del alba
y de que tuviéramos casa.
Tienes que librarte de tus miedos
y de todos tus tropiezos.
Ya no hay culpa,
ya no hay penuria;
solo un sol abierto
en mitad del cielo.

Y se dieron la mano
como dos renacuajos
y miraron al infinito
con ojos de corpiño
y allí vieron el inicio
sin ningún resquicio.

No había realidad envuelta,
ni ninguna cubierta,
solo un ser puro
repleto de bromuro.

Y le miraron los dos
con óvalos de bismuto
y se hicieron uno
dentro del conjuro.

Y estaba todo lo creado
y todo lo pensado,
realidades a pares
que bailaban en los mares.
Una energía traslúcida
que del todo era única.

Gracias a usuario 7854 por la foto

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