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Etiqueta: fuego

Fuego. Poemas sobre la llama, sobre el calor, lo vibrante y naranja que nos atrae. Poesía sobre lo ardiente, lo naranja y pulsional.

Lazos ardientes

Lazos ardientes

Eleo y Azucena
se miraron entre las cuencas
donde la vista penetra
y vieron la antesala
de una gran hoguera,
era profunda y cargada,
del todo desmesurada,
un clímax más allá del alba
que se enroscaba en la cama.

Ella tenía facciones malva
y sabor a manzana
y unos pechos que no cabían
en las palmas,
pero su piel ardía
como la lava
y con solo tocarla
te quemaba las entrañas.

Ella le acarició la barba,
y le besó la cara,
mientras la otra mano
bajaba por la espalda.

E hizo un pequeño rodeo
jugando con los dedos
para estimular el vello;
y el fulgor erecto.

Y se besaron el sexo,
al mismo tiempo,
signo de los opuestos
en un mar de caramelo.
Y se derritieron
y también murieron,
en un destello
que los llamaba para dentro.

Un quehacer coqueto
de gemido y desenfreno,
una capa de besos
todos muy quietos,
mientras te agarro el cabello
y me muerdes el dedo.

Todo parecía un sueño
de humeante fuego,
un delirio evidente
que deshacía la mente.

Es el fin del destierro
al ahora pertenezco,
mientras acarició tus senos
que afianzan el firmamento.
Todo es estruendo y apogeo,
una nube de incendio
que rejuvenece cualquier deidad;
ya no paras de gritar
cuando el mundo se deshace
y entramos en trance;
no hay nudo ni desenlace
solo un orgasmo que se expande.

Gracias a a Dainis Graveris por la foto

Mi amor y el tuyo

Mi amor y el tuyo

E intentó hablar desde lejos,
no había silencio sino arpegios
y diminutos cuantos de conocimiento;
que la envolvían como una esfinge
dentro de la selva Virgen…

Y llegó andando desnuda
con toda su hermosura
y con pliegues en su piel rosada
que eran como la nieve blanca.

Y me dijo muy cerca,
casi abriendo la puerta:

“He seguido la senda de los nibelungos
y he visto 300 mundos,
pero ya no queda ninguno
todos han sido derruidos
como mi amor y el tuyo.

Pero hay una escalera
que lleva a la azotea
y en ella podrás ver
todo lo que cuenta.»

Y subí a las esferas
para ver todas las puertas,
todas las realidades
algunas descomunales.

Pero solo podía verla a ella
lejos en la tierra,
entre bosques y maleza.

Y pedí un deseo
que era como un amuleto
y estaba hecho de fuego

“Suelta, suelta y haz
de tu realidad terrena
mil vidas paralelas.”

La vi de camino hacia Casiopea
toda esbelta
llena de hermosura
rosada y desnuda.
Era una estrella
que brillaba eterna.

Y le dije adiós con la mano
mientras acariciaba los astros
estaban todos tan altos,
ardientes y relajados.

Gracias a Pexels por la foto

La pira

La pira

Y vi un amuleto
que contenía un secreto,
un gran trueno
y tres destellos.

Los hechizos de los hombres
que se deshacían en cobre
y al fondo una gran pira
que era hija de la desdicha.

“Soy Julerma,
hija de la quema,
la que siempre parpadea
en la llama eterna.”

Dicen que soy como el alambre
pues siempre tengo hambre
y hago caer en trance.”

Y escuché una voz aguda
llena de ternura
que disipaba las dudas.

“No juzgues con premura,
ni hagas falsas conjeturas
solo por miedo al desenlace.

No hay miedo en lo que arde;
no puede propagarse,
es solo el fuego
que tenemos dentro.
¿Qué hay de malo en ello?
¿Es malo el deseo
por llevar al apego?

Y miré a la pira
que de nuevo sonreía,
ardía y ardía
con arrojo y valentía.

No había mentira,
ni escrupulosa vida.
Solo verdades de incendio
que rodeaban el amuleto.

Gracias a Griselda Servin por la foto

Tierra de lagartos

Tierra de lagartos

Y me levanté en una explanada
llena de lagartos;
estaban todos tan hartos,
muchos eran mancos
y llenos de colores pardos.

Pero conocían la historia universal,
esa que nunca de acabar,
pues no tiene final:
la forma se disolverá
y la esencia quedará.

Y se abrió un claro
en medio del contingente
del que se desprendió la fuente
con palabras en lengua ardiente:

“¿A qué tanto miedo?
Ya has llegado a la puerta;
siempre estuvo abierta
por más que amaneciera;
así que ya, entra.”

Y vi la llave del universo
que en realidad estaba hueco;
era como un cuento,
una fábula o verso suelto;
un gran destello
que se deshacía en mis dedos.
La luz permanecía
y yo despertaba del sueño.

Y en la tierra reptil
habló el gran lagartero:
que se dieran las manos
y abrazarían el fuego,
y subirían por la escalera
que tocaría el cielo,
siempre claro,
muy cerca del suelo.

Gracias a Freephotos por la foto

El bazar a lo lejos

El bazar a lo lejos

Y vi un bazar a lo lejos
en medio de un páramo
metido entre riscos
y entre hojas de cáñamo.
Y allí vivían unos seres extraños
que no tenía párpados
y veían la realidad en cuatro lados,
junto todo el mundo y sus vástagos
en archipiélagos concentrados
tan diminutos como un átomo.

E hicieron una poción
de color cobalto
con un sabor terroso
y caliente como un caldo.

Era el momento del fuego
del péndulo dorado
donde todas las sombras
se mostrarían por un rato;
para recordar al tártaro
o el infortunio inadecuado
con un mesías negruzco
que parecía chamuscado.

Pero no era tal,
solo una duda mísera
que se había petrificado,
dentro de un espejo
donde habitaba el villano
cerca de un espacio cóncavo
en la fauces de un hexágono;
un espacio multicolor
a punto de ser catapultado.

Solo había que dar un paso:

Y volé hacia el mercado,
hacia el bazar de los astros
donde estaban los dioses
y los seres sin párpados.
Todos allí aglomerados
haciendo predicciones
sobre rocas de alabastro;
desprendiendo especias
de un color jaspeado,
un aroma mágico
que recordaba al primer árbol.

Y allí lo vi plantado
robusto como antaño
sin nada separado.
Un magnífico Sálamo
que se manifestó un sábado
en una fiesta concéntrica
donde bailaban los humanos.

Gracias a Laurentiu Morariu por la foto

Negro

Negro

Hace años descubrí una caja
que estaba en mi pecho;
debajo de las costillas,
cerca de mi esqueleto.
Pues ya no era carne
ni tampoco verbo,
solo era una masa oscura
llena de agujeros.

Allí habitaba un líquido negro
que había introducido
un pájaro de mal agüero;
hace muchas lunas,
hace mucho tiempo;
tan aceitoso y pesado
que olía a queroseno.
Y prendía rápido
y se propagaba como el fuego
hasta incendiarme el apetito
y dejarme medio muerto.
Sería carne quemada,
churrasco de un almuerzo,
una minúscula partícula
fuera del espectro.

Y yo temía mi sombra
y le acusaba con estruendo:
“eres inflamable y fogosa
y yo contigo no puedo.
Ya verás si te dejo,
ya verás como peco,
ya verás como me ciego
y me quedo casi tuerto.”

Y entonces bajaré a los infiernos…

Donde están las fosas
y todos los entierros,
donde los cadáveres
y los mausoleos.
Donde están las orcas
que solo escupen fuego.
Donde están las aves
y el perro Cerbero;
donde están Hades
y todos los muertos.

Porque te veo,
te veo a través del espejo,
a través de la ponzoña
y de todo el estiércol.
A través de la basura
y a través de lo mugriento;
pero ya no puedo negarte más,
ya no puedo.
No puedo seguir por la vida
arrastrando tanto peso.

Así que te miro y te perdono;
eres mi hermano negro,
parte de mi cuerpo.
Por eso yo te quiero
y por fin hablar te dejo.

Y el me mira
con esos ojos tiernos
y me habla con sosiego:

“Ya ha acabó todo.
Todo aquel juego
de luces y sombras,
de lo malo y bueno.
Abre tu pecho
y perdónate de nuevo
y abre ya ella esa caja
que está cerca de tu pecho;
llena de colores
y llena de afecto,
y recoge ya todos tus dones
y repártelos por el mundo entero.”

Gracias a Hannah Troupe por la foto.

El fuego de los candelabros

El fuego de los candelabros

La risa de los candelabros
se mira desde todos los lados,
sean conocidos o extraños,
con esa llama en la cabeza
que en realidad es fuego fatuo.

Pues ilumina secretos
y confunde al funcionariado
en medio de las cenas
cuando rebañan los platos.
Entonces comienzan los halagos
y su luz incendia el aire y el recato
justo cuando se tornan las velas
y la sombras fluyen en anonimato.

Entonces…

Cuando las luces se apagan
y las cortinas quedan abajo
su llama flamea
en todos los cuartos;
con colores de acuarela
y velas de lazo
que son como un sostén
que se va desenredando;
y se caen los trapos
y se producen gritos y saltos
es la danza de la vela
que se da en el tercer acto.
Y luego duermen un rato,
de verdad están cansados,
tanto condesa como vasallo,
pero así son las pesquisas
de la vida de palacio.
Un movimiento suave
que reluce como oro en paño.

Capaz de incendiar el carácter
y los títulos nobiliarios
con una llama que quema
a más de trescientos grados.
Y su lengua de cera hablara
y desplegara sus relatos
una hoguera ardería
en todos los camastros.

Y ya por la mañana
cuando el fuego se ha apagado
los candelabros se visten de plata
para volver al trabajo;
y sonríen con descaro
y callan todo el rato.
Pues ahora la multitud
deambula como sonámbulos,
mezclando sus pasos,
esperando que la llama de la noche,
reavive su reinado.

Gracias Agzam por la foto

La canción de Lacelor

La canción de Lacelor

I

Un vaso más…

Este néctar gustoso
te libra de la quema
pues hacer salir a los monstruos
de dentro de la cueva.

Porque son ellos los que se consumen,
debajo de las piedras,
entre el fuego y los horrores
ocultos tras las grietas.

Y me zambullí dentro…

Y allí me encontré a Lacelor,
rey de los horrores,
un monje redentor
y Amo de las fieras.

Su capa quemaba como el fuego
y sus manos goteaban sangre;
había sido coronado con cuernos
en un incendio que aún arde.

Y sus ojos rojos eran cristales
del alimento y de la carne,
que se clavaban en la manos
para saciar su hambre.

…Y desplegó sus fauces
para preguntarme,
con desdén y con sorna,
una razón para no abrasarme.

Entonces hablé…

“Lo blanco ya no es blanco,
ni lo negro es negro,
solo veo formas deambulando
por un fatídico decreto.”

“Pero las normas son solo eso,
rígidas estructuras que caen
por su propio peso.
Y yo, en mi cuadratura
todo lo veo feo.
Quiero beber de lo bueno,
yacer con doncellas
y sentir el sexo.
¿Pues no es la leche de la madre
la que hace el estruendo?
¿No es sino con los pies por delante
donde uno encuentra lo etéreo?
¿No es este mundo maligno
un simple boceto?
¿Cómo puedo combatir con mis juicios,
si no conozco el fuego eterno?

“Haces bien en venir,
simple criatura,
pues realmente no hay cura
para el mal de allá arriba.
Debes bañarte en el magma
y conocer el exceso
para ponerle freno.
¿Si no qué es la sangre,
más que un líquido superfluo,
que recorre tus venas
bajo el ritmo del asueto?…

II

…Este microcosmos tuyo
ya no mira al cielo
sino al mundo de las sombras
donde está el juego.

Siente el sonido de los puercos,
déjate ya de ruegos
y de hablar en hebreo,
zambúllete en la ciénaga
donde está el sexo.
Donde están las hordas
del clímax y el desconcierto.
No hallarás la paz en barbecho,
sino en la vulva
de un molusco abierto;
que te seduzca
y rompa tu vertebrado cerebro.
Esto supondrá un vuelco
entre las brumas,
los volcanes y los sueños;
que te quemará en el infierno
de las normas y los amuletos.
Y cuando estés quemado,
y solo seas ceniza
y un mísero recuerdo,
entonces serás libre
para pecar con esmero.

¿Pues no son los cuernos,
una corona de espinas
que se ponen los buenos?
¿No es el fuego del cuerpo
un estigma
del que se acusa a los malos?

Quémate, que se te derrita la carne,
que te duelan las manos,
que se te calcinen las ideas
pues con ellas desaparecerán las sombras
y se harán realidad
dejando tras de sí un muerto.”

“Lacelor, escucho tus cuitas
y tus ofensas
pero tengo miedo,
de perderme en el fuego,
de quemarme de lleno
en las piras del infierno.”

“A Lucifer lo inventó el hombre
para no ver el deseo ciego,
por no saber parar a tiempo
ante los mares del exceso.
Pero no puedes combatirlo
desde tan lejos,
tienes que bañarte en lava
y ser honesto.
Pues todos tenemos fantasmas
ante los que enloquecemos;
y se te zambulles en su néctar
y en su rojo apogeo,
quizás tengas la fuerza
para saborear el trueno
y controlar tu rabia
en cualquier momento.

Corre, pues la vida es un círculo
de calma y de fuego.
Una fogata que se retuerce
entre tus manos y los senos,
entre muslos carnosos,
entre la llama y el incienso.
No hay blanco ni negro.
Ni antídoto ni suero,
solo vida y conciencia
en todos los pueblos.
Así que mira, ve,
y no juzgues.
Pues el submundo
no está bajo tu pies,
en el subsuelo,
sino en tu mente,
en los retazos
de tus creencias
que confunden
lo obsceno
y te oprimen
como si
fuera
un
sueño.”


Gracias a tysmiha por la foto

Fin

El Mito de Prometeo

El Mito de Prometeo

 Mira…

Se escapa como un reo,
con un chispa entre las manos,
la llama hija del fuego,
secreto humeante de los arcanos.

Es el magma candente del deseo,
la pira mortificante de los humanos,
ira del Olimpo y del Ateneo
que abre las puerta de Jano.

Y entonces…

Nos entregó la caja de los truenos
y la piedra de los milagros;
una ventana para mirar al infierno,
una escalera para bajar el Tártaro.

Letras fogosas que huyen del ruego,
palabras que se esconden de los salmos,
pues convierten a los hombres en efebos
y queman en carne a los paganos.

¿Y dime, cuál fue tu pecado Prometeo?
¿Cuál fue tan vil acto,
que tiene tan lejos del Mar Tirreno
atado a las paredes del Caúcaso?

De un ave eres su prisionero,
esa que te arranca el hígado y el bazo,
un pájaro de mal agüero,
un reflejo de la sombra y del pecado*.

¿Pero es la llama origen del estruendo?
¿Es el fuego culpable del fogonazo?
¿Dónde se inicia la chispa del tormento
que mantiene el juicio chamuscado?

Quizás…

Es la visión naranja del yo quiero,
que derritió a Adán frente al manzano,
la sombra abrasiva del ego
de la que ninguno nos libramos.

Mírala desde lejos
como una fogata hacia los Cárpatos.
Pues no hay calor, ni cielo,
solo llamas en el ocaso.

*Pecado como dualidad
Gracias a Alexas_Phtos por la foto.

La sombra y los volcanes

La sombra y los volcanes

Lo primitivo farfulla en el anonimato
con sus garras y sus dientes de sable,
escupiendo a las normas y al recato
oculto tras el prisma de lo amable.

Es una forma vil y oscura,
lasciva y desagradable,
que bebe desde la negrura
más allá de lo imaginable.

Vive en el espejo marchito del cristal,
entre las pócimas y los sonidos graves;
debajo del torso y la zona inguinal,
donde queman las fraguas y los volcanes.

Y allí vulcano grita a pleno pulmón
avivando su fulgor y su cráter,
rociando de lava y almidón
mientras todo se derrite bajo llave.

Porque esa sombra es espesa y naranja,
¡Un calvario para las formas suaves!,
castigada en un foso cerrado de lava
para que se calcinen todas sus naves.

Un invento del hombre moderno,
un triunfo del intelecto y sus enclaves,
que confundió lo ignífugo y lo obsceno
por temor a sus inflamables desmanes.

Pero no siempre podrás hacer oídos sordos,
no siempre contendrás a las tropas de Ares,
que avanzarán como los suevos y los godos
hasta incendiar todos tus planes.

Sin embargo…

Un día saldrá del agujero como un tordo,
vestido como el fénix, rey de las aves,
con palabras de fuego y pico de cóndor
para juntar las llamas con los mares.

Gracias a Free-Photos por la foto

 

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