La paloma mensajera
Una paloma mensajera
me contó una historieta
sobre los tiempos de mi abuela
en los que se volaba con cautela,
no había red eléctrica
ni tanta ala escéptica,
solo entregas
y notas secretas
que dar a los amantes
apoyados en los ventanales.
Te sonreían al acercarte
para susurrarte
y sacar de sus trajes
rosas del follaje.
Pero no eran los únicos
también había cardenales
o míseros alcaldes,
voluminosos,
que jugaban a los personajes
en clave de drenaje
para obtener beneficios
y de más corretajes.
Te exigían hasta agotarte
para que fueras
de una a otra parte,
pero estabas en el aire
divisando todo el paisaje.
Pero mi abuela se cansó
y plantó sus garras
en el terraje,
quería ser comerciante,
vender misterios y plumajes
y otros regalos para aves.
Y allí en su puesto
buscando una contraparte
vio una piedra
de enrome tonelaje.
Se llamaba Petra
y era muy longeva,
contaba su vida por leyendas
y muchas, muchas décadas.
Maciza e inmensa
como la base de la tierra
le dijo a mi abuela:
“De nada servirá
eso que comercias
si tus pies no tocan
la tierra,
necesitas diligencia
y materialidad concreta;
deja ya de dar vueltas
y ese vuela que te vuela.”
“Pero si ahora estoy quieta,
aquí muy tiesa
vendiendo bagatelas”
“No juzgues lo que comercias,
no juzgues las propuestas,
no juzgues las aportaciones dinerarias
ni las largas estancias.
Pues todo ello dará intereses,
enormes, con creces,
múltiples dividendos,
dispuestos y suculentos”
Y mi abuela no decía nada
porque parecía camuflada.
“Crece como los abedules,
como el cuello de los avestruces,
crece con lo que disfrutes,
crece con las caras
y con las cruces;
crece y no te columpies
y sobre todo, sobre todo
no juzgues.»
Y Petra permaneció callada,
sin decir una palabra
por mil horas empedradas.
Y mi abuela hizo un emporio
con sus relatos preciosos
y cuentos premonitorios
Tenía un aire distinto,
con las garras en el piso
y su distintivo brillo.

Gracias a balouriarajesh por la foto