Viaje interestelar
Y me construí un cohete
con las herramientas del patio:
con una mecedora, un tobogán
una centrifugadora y un armario.
Y tomé carrerilla desde la colina
hasta al campanario
ante la atenta mirada
de mis amigos y del vicario.
Y me lancé en picado
y empecé a volar
por encima de los astros.
Y llegué hasta un planeta rosado
donde había aves a nado
que bebían fuego y escupían
sangre por los costados.
Y me sumergí entre espasmos
para poder palpar
todos esos cuerpos
cubiertos de plumas y escamados.
Eran como el Fénix,
atunes vestidos de ganso
que hablaban múltiples lenguas
desde el latín hasta el marciano.
Y les pregunté con sorna
en su idioma originario
¿Por qué buceáis y surcáis
a la vez el mar y el espacio?
“Porque hemos decidido,
hace ya periodos milenarios,
que es del todo arbitrario
preguntarnos si somos
aves o pescado,
criaturas de fuego o de acuario
¿Hay alguna respuesta
detrás de lo binario?
Ese es nuestro corolario.
Vuela y también
date un baño
y busca los límites
de este planeta rosado”
Así que me volví a mi cohete
un poco descolocado,
y encendí el motor
tras coger los mandos.
Y arranqué hacia la tierra
para volar a todo trapo,
saludando a las lunas
y al polvo estrellado
y cada uno de los huecos
que me iba encontrando.
Gracias a Pawel Czerwínski por la foto