Vídeo del poema Regalos y consciencia… sobre la siembra, recoger los frutos, los regalos, subir de nivel para vivir nuevas experiencias… y sobre la evolución de la consciencia que se busca a sí misma desde los inicios.
Y crucé el decorado que había tras los astros, estaba lleno de regalos lustrosos y dorados y cantaban un estribillo tan luminoso como el trigo:
“Estás llegando a la fuente pero has de ser puente entre lo omnisciente y la gente corriente. Todos somos lo mismo. Pero hay que escuchar el silbido, ese silencio primitivo por donde todo ha venido; ese que es la cueva y la suma consciencia. Un vacío antiguo que no tiene enmienda ni tampoco cadencia, se escucha en la presencia en esta coincidencia que todo entremezcla.”
Las notas se repartían por mi oreja junto con toda la clarividencia, canción para los ascetas y refugio de anacoretas; veía la luz llegando a la tierra como un cometa, fulgor de la primera tecla del sonido de la esencia que cubría esta pequeña siesta. Pues nos fuimos a dormir antes de la incandescencia, cuando no había estrellas ni complicadas ideas solo pertenencia y sentido de existencia.
Pero la vida es experiencia Así que tuvo lugar la explosión primera, sobrevino la inercia y con ella inconsciencia. Se formaba la materia llena de consistencia. Pero la presencia se buscaba con querencia, entre eones y apagones, entre cuásares y soles, y tras animales y flores por fin llegó al hombre. Erguido sobre las dos piernas al inicio de la primavera. Un nuevo orden que encontraba los albores. Una nota distinta que se escucha a así misma y que rodea un mundo hecho trizas pero solo en apariencia de lo que no tiene consciencia, pues debajo hay una pista que te lleva a la música de la realidad última. Justo en este segundo todo se escucha al unísono.
Y vi todos los regalos que llegaban en un carro con esfuerzo recolectados. Y abracé los astros que eran parte del decorado.
Te veo en los confines de la tierra más allá de las sombras donde las verdades son inciertas y apenas hay zozobra.
No son los ojos los que miran ni las manos las que tocan, en todo hay una neblina que enmudece a la roca. Y se quedan frías las montañas y helados los lagos; pues es inmensa la pestaña que concibe colores claros, esos que descomponen los ojos y allanan la mirada hasta que se pone roja y del todo invertebrada.
Y ando por un campo de luces con caminos apagados todo cubierto de hules y de chopos dorados.
Y estás allí en medio, dubitativa, pensando en las musarañas, desnuda como el primer día y rebuscando entre las palabras.
Y hablas con los árboles y buscas sus respuestas más allá del ágape cuando tu piel era morena.
Y extiendes un dedo con una actitud lisonjera que hace cosquillas a los cerezos y a toda la arboleda.
Y la risotada se propaga por la hierba y por un plano de la estratosfera, en un mundo donde no hay capas ni tampoco enredaderas.
¿Buscas, doncella del infinito una pregunta en medio del átomo, tan pequeña como una mota que te conecte con el páramo?
¿Buscas, incandescente doncella, esa pregunta certera, que contenga todas las respuestas debajo de las cortezas?
Mira entonces en medio de la noche, allí donde se acaba el orden, donde se acuestan los soles y enmudece la materia.
Y pregúntate de una y mil formas, con esa sonrisa tuya traviesa, qué tiene tanta gracia y se oculta tras las piedras.
Gracias a cmolens por la foto
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