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Etiqueta: muertos

La barca

La barca

Veo un estanque
en medio de un agujero,
está lleno de heno
tiene hedor a puerco
y en él se arremolinan muertos.

Y hay un barquero
que no tiene cuerpo,
es como un lucero
de los vientos de invierno;
se compone hacia dentro
y habla con esmero.
Y aunque tiene una calavera
que se escapó de un convento
sabe todos los secretos.

—Y me dice, señor
está usted muy pétreo,
tiene en el corazón
como un cerco,
una valla repleta de estiércol.

Y yo me revelo,
desde luego.
—¿Quién es usted pordiosero?
¿Quién es usted, putrefacto
y endiablado Barquero?

—Solo soy la voz de otro tiempo,
el susurro de los muertos,
y del suspiro longevo.

—¿Quiere que vayamos al infierno?
—Pero ese el camino eterno.
—Una ruta llena de burlas.
—Pero allí verá a las brujas y las musas.

Y navegamos hacia el destierro,
la vida parecía un encierro
pues se replegaba en torno al miedo,
curva, hacia dentro.
Tenía el torso desnudo
lleno de plantas y musgos.

—¿Quiere que haga un requiebro?
—¿Y si perezco?
—Ya estás muerto.

Y vi un muro negro
lleno de cieno,
una especie de injerto
que se hacía espeso
y hablaba desde mi yo interno.

“Estás en los huesos;
emerge del desconsuelo
y de lo incierto.
Eres como penumbra
llena de amargura
que busca una bula,
pero aquí todo es bruma.
Una canción de cuna
de esas que susurran,
ululan y te abruman.
No hay hambruna.
Desata tu furia
y deja las calumnias.
La forma siempre se conmuta,
es una balanza
en contingencia exacta,
no es razón abstracta,
ni absurdo ni alabanza.
Es el origen del karma
y de la entidad pesada.
Pero si miras con la mirada
verás que allí no hay nada,
solo formas vacías
de conciencia infinita
que quieren saborear la vida
y quiere ser vivida.

Porque es ella misma.
Es prístina e intelectiva,
nota básica de la polifonía
percibida por las dendritas
y por toda la melanina.
Es así de irreflexiva
pero no va a la deriva.”

Y no me había dado cuenta
pero había llegado a la otra orilla
tras escupir en la neblina.
Había una luz corrosiva,
una estampida verde y amarilla;
una vieja cara conocida
que del todo sonreía
conocía de sobra
mis protestas y misivas.

Alma de mi alma mía
fuerza sucinta
que siempre ilumina
como un prisma.

Gracias a Papafox por la foto

La tristeza

La tristeza

Tristeza desde dentro,
desde muy adentro,
donde no la huelo
y casi no la siento.

Pero se que está ahí.
Tiritando en su destierro,
esperando su momento.
Es como un injerto
cerca de mi pecho.

¿Hay para ti algún suero
o algún remedio?

Y me concentró en el cuerpo
para que me hable
y me susurré ese soneto
suyo que habla de los muertos.

Pero también habla de la pérdida,
del sofoco y del miedo
y de todos los reinos olvidados
más allá del can Cerbero.

Y lanzo una mano,
un grito negro
y por fin suelto;
no hay mugre
ni nada revuelto
solo una calma
que viene del centro.

¿Y dónde está el dolor;
donde está el sufrimiento?

“Se está deshaciendo”
dice una voz más allá
de mi cerebro,
donde el cosmos reverbera
notas de asueto.

«Tú suelta, es todo
una ilusión
del espíritu sereno;
que olvida que es un sueño
y se cree ese rostro
que hay tras el parpadeo.

Pero no, nada ha muerto;
es todo un juego
donde a veces nos perdemos.
Aún en el confín de los contornos
brilla con fuerza el afecto.

Así que suelta,
y mira dentro,
muy adentro,
y solloza
más allá de lo negro,
y del grito del perro;
y confía en la calma
de lo imperecedero.»

Gracias a milla-del-monte por la foto

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