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Etiqueta: páramo

El bazar a lo lejos

El bazar a lo lejos

Y vi un bazar a lo lejos
en medio de un páramo
metido entre riscos
y entre hojas de cáñamo.
Y allí vivían unos seres extraños
que no tenía párpados
y veían la realidad en cuatro lados,
junto todo el mundo y sus vástagos
en archipiélagos concentrados
tan diminutos como un átomo.

E hicieron una poción
de color cobalto
con un sabor terroso
y caliente como un caldo.

Era el momento del fuego
del péndulo dorado
donde todas las sombras
se mostrarían por un rato;
para recordar al tártaro
o el infortunio inadecuado
con un mesías negruzco
que parecía chamuscado.

Pero no era tal,
solo una duda mísera
que se había petrificado,
dentro de un espejo
donde habitaba el villano
cerca de un espacio cóncavo
en la fauces de un hexágono;
un espacio multicolor
a punto de ser catapultado.

Solo había que dar un paso:

Y volé hacia el mercado,
hacia el bazar de los astros
donde estaban los dioses
y los seres sin párpados.
Todos allí aglomerados
haciendo predicciones
sobre rocas de alabastro;
desprendiendo especias
de un color jaspeado,
un aroma mágico
que recordaba al primer árbol.

Y allí lo vi plantado
robusto como antaño
sin nada separado.
Un magnífico Sálamo
que se manifestó un sábado
en una fiesta concéntrica
donde bailaban los humanos.

Gracias a Laurentiu Morariu por la foto

El origen del universo

El origen del universo

Reniego de los astros
porque hace años
me contaron un cuento
sabor salado.
Sobre una molécula
que vivía en una lago
y creció como una célula
de un solo átomo;
y vagaba por el agua trémula
porque quería ser un pájaro
y volar lejos como una libélula
para ver más allá de los páramos;
donde estaban las caléndulas
y donde estaban los rayos.

Y allí encontró su alma gemela
cubierta de muérdagos,
vestida como un protón
con su sonrisa de láudano
tan iridiscente, que solo de verla,
te dejaba anonadado.

“¿Qué haces que no me miras?
¿Por qué no me haces caso?”

“Es que tengo miedo a lo terráqueo,
a lo que está latente
y aún no he visualizado.
Pero veo el cosmos
desde el primer acto,
cuando solo era polvo
y no se había presentado,
tan incipiente y tan vasto
como cualquier preámbulo.

Y hubo estallido
dentro del plano
que dieron origen a tu cuerpo
y a tus manos.
Un chasquido esférico y abigarrado
tan concentrado
que todo era dado.
Un fenómeno divino y bravo
que dio origen al Karma
y a todos los astros.

Y por fin te he conocido
a través de tu carne
y de tu brazo.
Un boceto esculpido
por un árabe artesano
que visualizó tu línea
y tu trazo;
y como un orfebre
divisó en las escrituras
y en todo lo mencionado
para verter tus versos
de siete octavos.

Y ahora nos encontramos
en este juego
que es un espasmo,
como dos niños,
una molécula y un átomo,
que beben de la vida
y de lo que no es parco;
un diamante tallado
por la gema del tiempo
entre el futuro y el pasado.»

Gracias Alexander Andrews por la foto

La doncella del infinito

La doncella del infinito

Te veo en los confines de la tierra
más allá de las sombras
donde las verdades son inciertas
y apenas hay zozobra.

No son los ojos los que miran
ni las manos las que tocan,
en todo hay una neblina
que enmudece a la roca.
Y se quedan frías las montañas
y helados los lagos;
pues es inmensa la pestaña
que concibe colores claros,
esos que descomponen los ojos
y allanan la mirada
hasta que se pone roja
y del todo invertebrada.

Y ando por un campo de luces
con caminos apagados
todo cubierto de hules
y de chopos dorados.

Y estás allí en medio, dubitativa,
pensando en las musarañas,
desnuda como el primer día
y rebuscando entre las palabras.

Y hablas con los árboles
y buscas sus respuestas
más allá del ágape
cuando tu piel era morena.

Y extiendes un dedo
con una actitud lisonjera
que hace cosquillas a los cerezos
y a toda la arboleda.

Y la risotada se propaga por la hierba
y por un plano de la estratosfera,
en un mundo donde no hay capas
ni tampoco enredaderas.

¿Buscas, doncella del infinito
una pregunta en medio del átomo,
tan pequeña como una mota
que te conecte con el páramo?

¿Buscas, incandescente doncella,
esa pregunta certera,
que contenga todas las respuestas
debajo de las cortezas?

Mira entonces en medio de la noche,
allí donde se acaba el orden,
donde se acuestan los soles
y enmudece la materia.

Y pregúntate de una y mil formas,
con esa sonrisa tuya traviesa,
qué tiene tanta gracia
y se oculta tras las piedras.

Gracias a cmolens por la foto

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