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Etiqueta: suelo

Tierra de lagartos

Tierra de lagartos

Y me levanté en una explanada
llena de lagartos;
estaban todos tan hartos,
muchos eran mancos
y llenos de colores pardos.

Pero conocían la historia universal,
esa que nunca de acabar,
pues no tiene final:
la forma se disolverá
y la esencia quedará.

Y se abrió un claro
en medio del contingente
del que se desprendió la fuente
con palabras en lengua ardiente:

“¿A qué tanto miedo?
Ya has llegado a la puerta;
siempre estuvo abierta
por más que amaneciera;
así que ya, entra.”

Y vi la llave del universo
que en realidad estaba hueco;
era como un cuento,
una fábula o verso suelto;
un gran destello
que se deshacía en mis dedos.
La luz permanecía
y yo despertaba del sueño.

Y en la tierra reptil
habló el gran lagartero:
que se dieran las manos
y abrazarían el fuego,
y subirían por la escalera
que tocaría el cielo,
siempre claro,
muy cerca del suelo.

Gracias a Freephotos por la foto

La hoja verde

La hoja verde

(Y MADRE TIERRA)

Y vi una hoja verde
que hablaba con los grillos
y también con los felinos;
tenía matices de Corintio
y una voz de pito;
y con un redoble trino
susurraba a gritos:

“Soy el ojo del huracán
que conoce a los ancestros
pues soy amiga de los abetos
y de todos los esqueletos.

Murieron hace milenios
y ahora están muy quietos
siempre sobre en un ruego
que se sumerge en el suelo”

Y la tierra se abrió
y me mostró un agujero
que no era yermo;
tenía una tablilla
escrita con mis siglas.

Y allí estaba madre tierra
con su figura descubierta,
tenía la mano abierta
y en ella había una promesa:

“No es el tiempo
lo que te preocupa,
sino que ya no eres oruga;
tampoco tienes arrugas,
se acabaron las excusas”

Y anduve por el camino de los árboles
como si estuviera en trance,
estaba hecho de sueños y despertares
que brillaban entre los maizales.

“Esta es tu nueva figura
que vive de la escritura,
ya no hay lucha,
sino suma holgura.

Así que escucha,
no hay campos invernales,
solo dorados trigales.
Coge tu pluma,
esa que susurra
nuevas realidades
y despliega tu arte”

Y miré a la hoja verde
que cantaba un sainete,
estaba contenta
encima de la maleza,
hacia el pino
y susurraba a los grillos
y de vez en cuando
soltaba algún grito.

Gracias a Mathijs Delva por la foto

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