Los erizos de colores

Los erizos de colores

Los erizos de colores
jugaban entre bastidores
y miraban a las marionetas
que tenían largas trenzas,
y eran tan coquetas
que en las manos daban vueltas.

Pero había uno llamado Mauricio
que todo le sacaba de quicio
y como no tenía respuestas
fue a buscar a la Alcahueta.
Era una anciana menuda
repleta de arrugas,
más algunos la tenían por sabia
ya que nada le daba rabia.

Y le miró con esa tez tozuda
y con su ojo de alubia:

“No soy de alta alcurnia
ni conozco la calumnia,
solo vivo en este monte
que perteneció a un conde.

Pero veo todas tus dudas
en toda la espesura
y todos tus miedos
retorcidos como espliegos.
Libérate de tus apegos
y ya grita al cielo
y a todo lo longevo,
pues no hay más cura
que el conocimiento
de todos tus tropiezos.
Este es mi consejo experto.”

Y miró a la anciana
con el ojo prieto,
y ya no era un erizo,
ni lagarto, sino un celentéreo
lleno de colores y amuletos.
Una criatura iridiscente
capaz de subir la pendiente.

Y volvió al teatro
y se subió al escenario
para jugar con las marionetas
que ahora llevaban coleta.
Todo había pasado;
las palabras de la Alcahueta
le habían coloreado la silueta.

Gracias a Liudmyla Denysiuk por la foto.

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