El jardín
Y me levanté un domingo
y el jardín estaba tibio
como si hiciera frío
y él no hubiera venido.
¿Se habría perdido
por el camino
viendo las amapolas,
los caracoles y los lirios?
¿Por qué hacía tanto frío?
¿Cómo es que hacía
tanto que no habías venido?*
Y corrí un visillo
para ver el mundo
como hace siglos.
Y allí vi un enorme pistilo
que se movía
con mucho brío.
Era muy sabroso
y también productivo
y segregaba un líquido
de colirio amarillo.
Y me lo acerqué a los ojos
y al cristalino
y empecé a ver las sombras
que emanaron al principio
cuando no había formas
y solo estruendo en estallido.
Y me senté ante mis demonios
y mis prejuicios
para preguntarle una duda
que me tenía en vilo.
Y él me respondió
desde el paraíso
que yo no encontraba
y creía perdido:
“Escucha querido amigo,
Yo no soy el enemigo.
Estoy en todos los lados
y en todos los sitios.
Soy la eterna fuente
de lo que no ha nacido.
Respira hondo ahora
y siente tu ombligo;
toda la fuerza que nace
de color amarillo.
¿Realmente puedes notarla?
¿Captas todo el brillo
que deforma el mundo
antes del astigmatismo?
Es un nudo de colores
que inunda tu pelvis y tus latidos;
que pasa por tu garganta
y por el enclave rojizo
que es toma de tierra
y alimento divino.
Y se extiende a tu frente
y por tu sexto sentido
para subir al cielo malva
en un último suspiro.
Y ya estás en el jardín,
ya estás en el paraíso
donde siempre has querido.
Donde están los caracoles
las amapolas y los lirios.
Donde no hace frío
y no hay abrigos;
donde estamos todos
muy muy unidos.
Como hace siglos,
como era al principio.
Un eterno vacío
lleno de posibilidades
por la falta de juicio.
Un eterno lugar
que se abre cuando respiro,
porque no hace calor
ni tampoco frío;
es una nube de colores
que muestra siempre su brillo.
Gracias a Annie Spratt por la foto
*Esta semana ha cambiado
porque ya ha venido
y todo es mucho más amarillo.