La reina de las abejas
Pero era tan coqueta,
tan de otro planeta
que solo con mirarla
se desvanecía su silueta.
Y lucía entre montañas
su rostro de cosecha,
su ajuar de lencería
y también de otras prendas.
Y extendía sus piernas
entre valles y lagos
para decoro de los peces
y de las fieras.
Ella era como la brisa
y como la iglesia
con ese perfume a incienso
que todo lo eleva.
Pero tenía la mirada de fuego,
llena de piedras,
tan calientes y pulidas
como la basfemia
Y ahora…
La lava del Vesubio
que salpicaba Eratrea
recorre tu cuerpo
y tu rizada melena.
Y te toco los pies
con suma sutileza
y me entra la fiebre
de amante y de poeta.
Tú eres los versos candentes
que avivan la realidad incierta,
la llama perdida de Erasmo
que prende la materia.
Eres un tesoro
de grandes riquezas,
con pocas monedas de plata
y ninguna bagatela.
Eres el fruto de la tierra
que se expresa de mañana
y en la madrugada
como un suave néctar;
y se entremezcla en mi tostada
y en mi boca reseca
pues no hay intersecciones
para tus líneas paralelas,
esas que parten de tus piernas
y colorean tus arterias
hasta llenar de fuego
las marismas de tu cadera.
Porque tu conoces los secretos
de la realidad hueca.
Esa que estuvo
antes de nacer la tierra;
cuando paseabas desnuda
en medio de la naturaleza,
con esa figura esbelta
llena de pecas
y de semillas de fresa.
Y te pusiste de cuclillas
y diste una voltereta
para llamar al equinoccio
de las abejas.
Porque eras su símbolo,
su madre reina,
por eso sabes a miel
por eso sabes a jalea
como un dulce lamido
al corazón de la colmena.
Y siguió una explosión
y te hiciste un vestido
de hojas y lentejuelas.
Y besaste el sol
y todas las estrellas
para acariciarlas una a una
hasta llegar a Casiopea.
Y ahora estás en mi cocina
jugando con una magdalena,
jugando con el azúcar
y con la cafetera.
Y las horas se enredan
en tu reloj de cuerda
ese en el que no hay segundero
ni tampoco fechas.
Todo es informe
y todo da vueltas
en esa sonrisa tuya
de la que nacen las abejas.
Gracias a DGlodowska por la foto