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Etiqueta: monte

El canto de los sabios

El canto de los sabios

El canto de los sabios
se cuenta por eones largos
y sonaba desde el comienzo
hasta el año pasado.

¿Pero qué ocurrió,
por qué se callaron,
por qué silenciaron
todo su desparpajo?

Si hace solo un momento,
estaban aquí hablando,
si hace solo un momento
todo era un retablo.

¿Qué les llevó al hastío?
¿Qué les llevó al letargo?
Si ni siquiera hacía falta oído
para poder escucharlos.

Parece que vieron un villano
allá, en lo alto,
vestido de coyote
y con joroba de dromedario,
que aullaba por la noche
a todos los geranios,
antes de correr al trote
hacia los prados.

Y se subió de un salto
al monte alado
para causar estragos
entre los sabios.

Y morderles en las piernas
y entre los mantos,
generando indignación
y mucho agravio.

Maldito lobo,
coyote condenado.
Eres el oscuro ruiseñor
del silencio y del basalto.

¿Por qué tuviste que
morder a los sabios?
¿Por qué tuviste
que callarlos?
Si no molestaban a nadie,
allí, en lo alto.

Y ahora solo se oye aullar
al chacal pardo
entre las ruinas y sombras
del abecedario.
Ese que suena a esperanto,
ese que envuelve los oídos
de agudos y llantos.

¿Donde están ahora
los sabios?
¿Por qué ya solo
se les escucha en verano?
¿Dónde han escondido
sus cantos?
¿Dónde se han metido
este último año?

Gracias a Kimura2 por la foto.

La montaña y el pájaro

La montaña y el pájaro

Las montañas se movieron
y los lagos se secaron
pues no había aves más allá del altiplano,
aquellas que volaban en redondo
con las alas amarillas
y los picos apagados.

Aves que gritaban al unísono
a las flores de verano
delirios de tormenta
y cantos de colapso.

Pero el torrente de un gran mazo
corrió por la cordillera,
tan ancho como un canario,
para beber de las lomas
su brebaje dromedario.

Y allí entre el verde
y los cantos
se originó un gran pájaro,
con forma de montaña
y un color terráqueo,
que se hizo tan grande
como un cisne alado.
y voló por los mundos
para conocer los astros.

Y bailó entre agujeros negros
y otros enigmas ingrávidos,
llegando la límite de los mundos
donde estaba el venerado.

Y este le preguntó,
nimio y parco:
“¿Por qué has tardado tanto?
¿Todo este tiempo,
dónde has estado?”

“He recorrido galaxias,
he visto milagros
pero sigo sin entender
este plan macabro.”

“No hay nada que entender,
mi querido pájaro.
Sólo has de volver
a donde todo fue empezado.

Al confín de los mundos,
al origen lejano,
donde el tiempo se para
en el arco de Sagitario.

Allí las aves beben
y todos los montes son sagrados,
acariciados por lombrices,
pulgas y lagartos.

No temas pues es el amor
el que recubre el kaos,
y aunque no lo entiendas
nada de esto es vano.

Abre tu pecho,
expira cada palmo.
Pues en esta obra majestuosa
todos tocamos el órgano.”

Y el pájaro asintió,
ya no quedaba reclamo.
Sólo podía creer
y continuar volando.

Y así lo hizo
por milenios milenarios,
épocas de especies
y de otros tantos.

Y al fin volvió a la tierra,
tras muchos, muchos años.
Vestido con plumas verdes
como un jilguero bravo.

Y clavó sus patas en Pangea,
allá donde todo fue narrado,
susurrando a los vientos
plantado como el Kilimanjaro.

Y cuando mira al cielo
y se acuerda del sabio,
canta a los monzones
leyendas de grajo
sobre lagos azules
y montes sagrados,
que están flotando
detrás del páramo.

Donde están los gamos
y los animales pardos.
Aquellos que fueron creados
por un soplo primario;
nada más acabar la primavera,
nada más llegar el verano.

Gracias a skeeze por la foto

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